1. La encarnación del Hijo de Dios. (Lc 1, 26-38)
2. La visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel. (Lc 1, 39-45)
3. El nacimiento del Hijo de Dios. (Lc 2, 1-7)
4. La Presentación del Señor Jesús en el templo. (Lc 2, 22-34)
5. La Pérdida del Niño Jesús y su hallazgo en el templo. (Lc 2, 41 en adelante)
Dolorosos
1. La Oración de Nuestro Señor en el Huerto de Getsemaní. (Mc 14, 32-38)
2. La Flagelación del Señor. (Mc 15, 15)
3. La Coronación de espinas. (Mc 15, 16-19)
4. El Camino del Monte Calvario cargando la Cruz. (Mc 15, 21-22)
5. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor. (Jn 19, 18-30)
Luminosos
1. El Bautismo en el Jordán. (Mc 1, 9-10)
2. La autorrevelación en las bodas de Caná. (Jn 2, 1-11)
3. El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión. (Mc 1, 15)
4. La Transfiguración. (Mc 9, 2-8)
5. La Institución de la Eucaristía en la Última Cena (Lc 22, 19)
Gloriosos
1. La Resurrección del Señor. (Mt 28, 1-6)
2. La Ascensión del Señor. (Mc 16, 19-20)
3. La Venida del Espíritu Santo. (Hch 2, 1-4)
4. La Asunción de Nuestra Señora a los Cielos. (Cant 6, 10; Sal 132, 8; Ap 12, 1)
5. La Coronación de la Santísima Virgen. (Ap 12, 1; Lc 1, 32; Jr 13, 18)
Para dar fundamento bíblico y mayor profundidad a la meditación, es útil que al enunciado del misterio siga la proclamación del pasaje bíblico correspondiente, que puede ser más o menos largo según las circunstancias. En efecto, otras palabras nunca tienen la eficacia de la palabra inspirada. Ésta debe ser escuchada con la certeza de que es Palabra de Dios, pronunciada para hoy y «para mí».
Acogida de este modo, la Palabra entra en la metodología de la repetición del Rosario sin el aburrimiento que produciría la simple reiteración de una información ya conocida. No, no se trata de recordar una información, sino de dejar ‘hablar’ a Dios. En alguna ocasión solemne y comunitaria, esta palabra se puede ilustrar con algún breve comentario.
Como vemos, los no católicos reconocen que debemos meditar la Palabra de Dios. Pues eso es precisamente lo que hacemos en el Rosario, meditar la palabra de Dios, la vida de Jesús, y lo hacemos acompañados de su Madre Santa, María, pues Cristo no las entregó al pie de la Cruz (Jn 19, 25). Decir que hay una forma única de meditar la Palabra de Dios es querer enjaular a Dios en lo que nos inspira a nosotros. El Rosario es una forma de meditar la Palabra de Dios, que nos da paz, nos llena de fortaleza y por tanto nos acerca al Señor.
Es cierto que en el Rosario hay oraciones ya establecidas pero estas oraciones tienen un fundamento respaldado en la Sagrada Escritura.
Así que, nuevamente, el “Padre nuestro” no es una oración que debemos memorizar y recitar de regreso a Dios. Es sólo un ejemplo de cómo debemos orar. ¿Hay algo de malo en memorizar el “Padre nuestro”? ¡Desde luego que no! ¿Está mal el orar el “Padre nuestro” de regreso a Dios? No si tu corazón está en ello y realmente sientes las palabras que dices[4].
- Vosotros, pues, oraréis así (Reina Valera Gomez)
- Vosotros, pues, oraréis así (Reina Valera 1960)
- Ustedes deben orar así (NVI)
- «Vosotros, pues, orad así (Biblia de Jerusalén)
Por lo tanto, si queremos que nuestras oraciones sean eficaces, llenemos nuestras mentes con la Palabra de Dios. Leamos la Biblia, meditemos en lo que nos dice, memoricemos sus pasajes, oremos por su mensaje[6].
Otra página evangélica dice lo siguiente:
Hay 1934 versículos atribuidos a Cristo en el Nuevo Testamento. 179 de éstos son citas del Antiguo testamento. ¡Casi un 10% de lo que Jesús dijo fueron citas de memoria de la Biblia! Si fue importante para Él,¿debería ser importante para nosotros?[7]
Entonces, los mismos que rechazan el Rosario sí reconocen lo importante de memorizar versos bíblicos y repetirlos. ¿Por qué entonces los católicos no podemos repetir un texto de San Lucas?
– Podemos insistir con la oración. Otro de los problemas que encuentran es que se repita tanto el Ave María. Y esta repetición supuestamente es condenada por la Biblia. Para ello se aduce mucho al texto de Mateo 6, 7 que en la versión protestante dice:Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. (Mt 6, 7 RV 1960)
El problema de fondo no es que sea repetición, sino que eso no es lo que debe traducirse del texto original. Lo que la versión protestante traduce como «vana repetición» es un término griego βατταλογήσητε que sólo aparece una sola vez en todo el Nuevo Testamento. Esta palabra viene de la onomatopeya «batallos» o «battos» que significa tartamudo[8]. ¿Por qué la versión protestante la traduce así? No lo sabemos. Lo que Jesús condena aquí es la mucha palabrería, esa que con muchos palabras no termina diciendo nada. Es demás llamativo que versiones protestantes como la Reina Valera 1909 o las Sagradas Escrituras de 1569 usen en cambio la palabra «prolijo»[9]. Si revisamos en la RAE lo que significa «prolijo» encontramos: Largo, dilatado con exceso[10]. Es decir, Jesús lo que condena no es lo que se repite, sino lo que con muchas palabras no dice nada; y sería absurdo aplicar eso al Rosario cuando lo que repetimos son pasajes bíblicos.
«que piensan que por su palabrería serán oídos». De esta forma, se evidencia aun más que lo que Jesús está rechazando es creer que por hablar mucho serán más escuchados, algo que no tiene nada que ver con el Rosario. Y esto era algo que sucedía en las otras religiones o creencias. Por ejemplo el Budismo maneja los mantras, son frases que deben repetir para tener paz y vencer las energías negativas; manejan distintos mantras[11] como el Maitreya, Tara Blanca o Tara verde. El mismo Elías enfrentó esto cuando retó a los profetas de Baal y estos duraron largas horas invocando a su dios sin obtener respuesta:
Al mediodía, Elías empezó a burlarse de ellos, diciendo: «¡Griten bien fuerte, porque es un dios! Pero estará ocupado, o ausente, o se habrá ido de viaje. A lo mejor está dormido y se despierta».
Ellos gritaron a voz en cuello y, según su costumbre, se hacían incisiones con cuchillos y punzones, hasta chorrear sangre.
Y una vez pasado el mediodía, se entregaron al delirio profético hasta la hora en que se ofrece la oblación. Pero no se oyó ninguna voz, ni hubo nadie que respondiera o prestara atención. (1 Re 18, 27-29)
El problema no era que duraran horas orando e invocando, el problema era que no era una oración verdadera ni al Dios verdadero. Pero si en cambio miramos la oración que hace Ana la madre de Samuel podemos leer:
Mientras ella prolongaba su oración delante del Señor, Elí miraba atentamente su boca. (1 Sam 1, 12). Ana oró horas delante del Señor, pero lo hacía de corazón.
En griego existe un término propio para «repetición» y es epanalipsis[12], que incluso es una figura literaria bíblica, e indica precisamente «repetición». Por tanto, la traducción como vana repetición es errónea. El problema no es la repetición como tal pues en la Biblia hay varios ejemplos de repetición:
– El salmo 150 repite once veces que alabemos a Dios.
– El salmo 136 repite veintiséis veces «porque eterno es su amor» ¿Quien acusaría al salmo 136 de vanas repeticiones?
Cristo mismo cuando oró en el Monte de los Olivos oraba con las mismas palabras. De esto dan cuenta los Evangelios:
Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. (Mt 26, 44)
Luego se alejó nuevamente y oró, diciendo las mismas palabras (Mc 14, 39)
Y no solo eso, sino que se nos recalca la insistencia en la oración. Hay muchos ejemplos bíblicos de insistir en la oración para obtener respuesta. Empezando por el mismo Cristo:
En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo. (Lc 22, 44)
Sé que podría alegarse con la insistencia no necesariamente se implica con repetición, pero debemos considerar que la insistencia en el Rosario la hacemos con Palabra de Dios. Así como al recitar el salmo 136 repetimos veintiséis veces una misma frase, en el Rosario repetimos 50 veces la salutación del ángel a la Santísima Virgen María. Pero más aun, la insistencia conlleva a la meditación y reflexión sobre el misterio de la vida de Cristo que estamos contemplando.
La insistencia en la súplica u oración no depende de que sea algo repetido o espontáneo. En ambos casos debe haber una disposición de corazón para comprender y vivir lo que se está proclamando. Insistencia no es sinónimo entonces de afán o rapidez, el Rosario como una oración contemplativa requiere tranquilidad y pausa. La Rosarium Virginae nos recuerda unas palabras de Paulo VI:
El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: «Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: «Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad» (Mt 6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza».
Es decir, la Iglesia misma reconoce que si el Rosario se hace de forma mecánica y sin corazón es una repetición de fórmulas sin sentido. Pero lo reprochable entonces no es el Rosario sino la forma errada de rezarlo. Igual sucede con quien lee la Biblia por leerla pero no medita ni hace vida sus palabras. Queda igualmente vacío.
Si revisamos en algunas páginas no católicas, vemos que manejan «oraciones para aceptar a Jesús». Son oraciones establecidas para ser repetidas. ¿Por qué ellos no consideran vana repetición esto? Es curioso que en cambio si es el Santo Rosario sí es una vana repetición. Uno puede encontrar en estas páginas cosas como:
Lea la siguiente Oración y repita con amor y humildad[13] …Si usted desea aceptar a Jesucristo en su alma y vida en este momento, ore de todo corazón así Y a continuación lo que viene es una oración ya establecida para ser repetida.
Y así encontraremos en la web muchas páginas que ofrecen oraciones para ser repetidas con el fin de aceptar a Jesús. En el fondo es lo mismo, simplemente que como el Rosario es católico pues se rechaza. Otra página no católica afirma: «Recuerda, INSISTE hasta que la respuesta que tanto anhelas sobre cada petición venga. Nuestro Dios es bueno». Como se observa, nosotros también insistimos en la oración, sólo que para ellos solo vale forma de ellos, pero eso no invalida la eficacia del Santo Rosario.
Ejemplos bíblicos de insistencia los vemos por ejemplo:
- En la viuda que le insistía al juez que le hiciera justicia:
Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
«En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: «Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario».
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: «Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme«».
Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lc 18, 1-6)
¿Qué observamos? Que la viuda iba continuamente al juez a que le hiciera justicia. Esa era su súplica, y es el ejemplo que nos pone el Señor - En el amigo que pide un pan a medianoche:
«Jesús agregó: «Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: «Amigo, préstame tres panes,
porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle»,
y desde adentro él le responde: «No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos». Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. (Lc 11, 5-8)
Al igual que en la cita anterior, es importante notar que la súplica como tal está definida. Es decir, el texto no simplemente dice que le insistía sino que nos da las palabras con las cuales insistía. Esto es importante porque nos muestra insistencia con las palabras con las cuales se insiste
El Padre Jordi Rivero[13] nos muestra otros textos en los cuales se puede apreciar la insistencia en la oración:
- Jairo el jefe de la sinagoga: «le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.» (Mc 5,23)
- Los ancianos pedían a Jesús la curación del siervo del centurión: «Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas» (Lucas 7,4)
- «Así pues, Pedro estaba custodiado en la cárcel, mientras la Iglesia oraba insistentemente por él a Dios». (Hch 12,5)
- «Noche y día le pedimos insistentemente poder ver vuestro rostro y completar lo que falta a vuestra fe.» (1 Tes 3,10)
5. La segunda parte del Ave María está fundamentado en la Palabra de Dios.
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
καὶ πόθεν μοι τοῦτο ἵνα ἔλθῃ ἡ μήτηρ τοῦ Κυρίου μου πρὸς ἐμέ
exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor«. (Lc 1, 41-45)
καὶ μακαρία ἡ πιστεύσασα ὅτι ἔσται τελείωσις τοῖς λελαλημένοις αὐτῇ παρὰ Κυρίου
María es llamada madre de Jesús, incluso cuando Jesús ya ascendió al cielo, pues María no dio a luz a un cuerpo sino a una persona con dos naturalezas.
Esta parte del Ave María simplemente hace mención a que pidamos intercesión a María por nuestras necesidades. Para comprender esto tengamos presente que Dios es un Dios de vivos y no de muertos. (Mc 12, 27). Los que han muerto en la gracia de Dios y alcanzado la vida eterna junto a él pueden interceder por nuestras necesidades tal como lo hicieron en la tierra. El asunto aquí es que quienes cuestionan esta parte del Rosario piensan que un muerto no puede interceder como si su capacidad de interceder dependiera de que su alma estuviera unida a un cuerpo. Podemos incluso notar como los que habían muerto no dormían como sucedió en la Transfiguración cuando Moisés y Elías, ya muertos aparecen en ese momento (Mc 9, 1-4).
Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones, y sin cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia. (1 Tes 21, 2-3)
Y todos ellos, aunque alabados por su fe, no consiguieron el objeto de las promesas. Dios tenía ya dispuesto algo mejor para nosotros, de modo que no llegaran ellos sin nosotros a la perfección. Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos (Heb 12, 1). La palabra «testigo» viene del griego μαρτύρων (martyron), por eso mártir es quien es testigo de su fe.
Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido inmolados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que habían dado. Ellas clamaban a voz en cuello: «¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, tardarás en hacer justicia y en vengar nuestra sangre sobre los habitantes de la tierra?« (Ap 6, 9)
Para apoyar la oración, que Cristo y el Espíritu hacen brotar en nuestro corazón, interviene María con su intercesión materna. «La oración de la Iglesia está como apoyada en la oración de María».Efectivamente, si Jesús, único Mediador, es el Camino de nuestra oración, María, pura transparencia de Él, muestra el Camino, y «a partir de esta cooperación singular de María a la acción del Espíritu Santo, las Iglesias han desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona de Cristo manifestada en sus misterios». En las bodas de Caná, el Evangelio muestra precisamente la eficacia de la intercesión de María, que se hace portavoz ante Jesús de las necesidades humanas: «No tienen vino» (Jn 2, 3).[15]
Ezequías volvió su rostro hacia la pared y oró al Señor, diciendo: «¡Ah, Señor! Recuerda que yo he caminado delante de ti con fidelidad e integridad de corazón, y que hice lo que es bueno a tus ojos«. Y Ezequías se deshizo en llanto. (Is 38, 1-3)
6. El Rosario es para dar gloria a Cristo.
Cuando comprendamos que el centro del Rosario es Cristo, muchos podrán verlo con otros ojos. Nuevamente dejemos que el documento Rosarium Virginae Mariae nos hable:
El centro del Ave Maria, casi como engarce entre la primera y la segunda parte, es el nombre de Jesús. A veces, en el rezo apresurado, no se percibe este aspecto central y tampoco la relación con el misterio de Cristo que se está contemplando. Pero es precisamente el relieve que se da al nombre de Jesús y a su misterio lo que caracteriza una recitación consciente y fructuosa del Rosario (N. 33)
Debemos ser capaces de visualizar que en el Rosario repetimos 50 veces que Jesús es bendito.Es Jesús el que está en el centro del Ave María. Son los misterios de su vida los que contemplamos, y la intercesión que pedimos a su madre va dirigida a Él.
Cuando hemos comprendido el sentido cristológico del Rosario podemos nuevamente leer a San Pablo:
Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en nombre del Señor Jesús, dando gracias por él a Dios Padre (Col 3, 17). Eso es el rezo del Santo Rosario, lo hacemos en nombre del Señor Jesús, acompañado de su madre.
Cada misterio nos transmite la vida de Jesús y nos invita a meditar en ello. La vida de oración conlleva vivir distintos momentos de espiritualidad. Para cualquier cristiano no en todos los momentos pasamos por lo mismo. Esto lo reconocen hasta los no católicos. Pues el Rosario nos permite meditar estos distintos momentos de la vida de Cristo.
Dolorosos:
Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. (1 Cor 2, 2). Los misterios dolorosos nos llevan a meditar sobre los momentos más duros de la vida de Cristo cuando ya está pronto a culminar su misión. En cada misterio doloroso se abre la dimensión del dolor, del sufrimiento, pero de uno que realmente logra dar fruto. Cuando meditamos los misterios dolorosos podemos reconocer nuestros pecados, saber qué hay situaciones difíciles que atravesar, pero que de la mano de Dios salimos adelante. En cada Ave María podemos ir meditando los momentos difíciles que padecemos, podemos recordar lo que padeció el Señor.
Gozosos:
«No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. (Lc 2, 10b-11). Los misterios gozosos nos llevan por los inicios de la vida del Señor y poder ver esos momentos como experiencias de gozo. Todos pasamos por momentos así, y comprendemos que en el seguir a Cristo, no todo es cruz aunque todo sea el camino a la Cruz. Hay momentos de alegría, de gozo, que incluso en los difíciles nos llenamos de esperanza. Nuestro Dios nos permite vivir estos momentos y debemos en cada Ave María meditar por esas bendiciones que recibimos y que a veces no agradecemos al Señor.
Gloriosos:
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. (Rom 6, 8-10)
Los misterios gloriosos centran nuestra esperanza en lo que viene después de lo que simplemente vemos. Estos misterios nos enseñan que en Dios no hay fracaso, y que después de la muerte llegó la Resurrección de Cristo. Estos misterios nos llenan de la esperanza de saber el camino de Cristo luego de vencer la muerte. En cada Ave María debemos meditar en la victoria de Cristo y en llenarnos de fuerza para venciendo el mal, gozar de la Resurrección que nos espera y aguarda.
Luminosos:
Porque el mismo Dios que dijo: «Brille la luz en medio de las tinieblas», es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo. (2 Cor 4, 6)
Estos misterios nos revelan a Cristo en momentos importantes y trascendentales. Los misterios luminosos nos deben llevar a iluminar nuestra vida de la presencia de Cristo. En cada Ave Maria debemos clamar esa luz de Cristo que pueda sacar las tinieblas y el pecado, que nos enderecen el camino y no permitan que nos alejemos.
Después del rezo meditado del Santo Rosario deberíamos sentirnos como los discípulos de Emaús cuando dicen:
«¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32)
Cada Rosario rezado es un encuentro con Jesús a través de María, y con ella recorrer la vida de Jesús para ser verdaderos discípulos. No temamos ir de la mano de la buena madre, porque en el Rosario ella nos dice: hagan lo que él les diga!