¿Dónde pones la mirada? – Mt 10, 34-42. 11, 1

«No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. 35.Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; 36.y enemigos de cada cual serán los que conviven con él. 37.«El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.

38.El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. 39.El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. 40.«Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. 41.«Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. 42.

«Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa. Y sucedió que, cuando acabó Jesús de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.» (Mt 10, 34-42. 11, 1)


Hoy San Mateo termina el tercer bloque de su Evangelio dedicado al discurso apostólico. Es una parte fuerte, muy fuerte, que nos coloca en la posición de solo vivir por Cristo. Es aquí donde el que quiere una vida cómoda no se halla, donde el que busca la zona de confort no se siente feliz.

Si miras para tu hogar, Jesús habla de traer la espada y poner a unos contra otros. Es obvio, que aquí la elección por Jesús genera división, porque no podemos escoger a Dios y al mundo. No podemos anteponer a nadie sobre el Señor, no puedes renunciar a tu fe o dejarla de vivir porque otros no lo quieran hacer o les moleste.

Si miras a Jesús, te invita a tomar la cruz, precisamente lo que vives y enfrentas spor decirle sí al Señor. No llames cruz a lo que vives por tus malas decisiones. La cruz se ama, se abraza y te une a Jesús. No podemos pretender seguir a Jesús de un modo que no lo imite a él. Siempre que pienses en tu seguimiento a Jesús, revisa como lo imitas.

Si miras a la Iglesia, te dice que escucharla a ella es escuchar a Jesús. Ahí entonces no podemos decir que solo nos quedamos con él. Es en ella donde aprendemos, donde recibimos los sacramentos, donde le damos culto a Dios, donde vivimos la comunidad. Qué fácil es quedarnos en nuestro mundo y no escuchar, que difícil es aprender a ver a Jesús a pesar de todo.

Si miras a los demás, te dice que ayudemos, que aportemos, que todo eso que hagamos por los demás no quedará sin recompensa. Ahí, dando de lo que tienes, sacando de tu tiempo, de tu amor, ahí se muere el egoísmo, la avaricia, la envidia.

Mejor dicho, ¿para donde quieres mirar que no te implique vivir el amor de Dios para vivir la santidad?

 
 

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