Apologética,Santos La Intercesión de los santos en la Iglesia Primitiva

La Intercesión de los santos en la Iglesia Primitiva

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¿Desde cuándo creyeron los primeros cristianos en la intercesión de los santos? Vamos a repasar algunas citas de los Padres de la Iglesia que nos dan fe, que desde muy temprano se tuvo clara conciencia que la intercesión de unos por otros no excluía a los que ya habían partido de este mundo.

Todas las citas han sido verificadas y damos enlaces en dónde pueden ser consultadas directamente.
 
SIGLO II
 
Pastor de Hermas
En su obra, en el Libro III, comunmente llamado Comparaciones o Similitudes, en la comparación 5, punto 4 expresa:
 

«Pero aquellos que son débiles y perezosos en la oración, dudan en pedir algo del Señor; pero el Señor está lleno de compasión, y da sin falta a todos los que lo piden. Pero tú, habiendo sido fortalecido por el santo ángel, y habiendo obtenido de él tal intercesión, y no siendo perezoso, ¿por qué no le pides al Señor entendimiento, y lo recibes de él? (Pastor de Hermas, III, 5.4 Ver texto)

 
En esta parte del libro, el autor narra su encuentro con el Pastor, en dónde comienzan hablando del ayuno(Comparación 5, punto 1), para luego avanzar en la explicación de una parábola, e impulsar a Hermas en su oración a Dios, y justamente mencionando al Santo ángel, que intercede por Hermas. Esto muestra la clara conciencia que se tenía en pleno siglo II, de la intercesión que se podía obtener de los ángeles.
 
 
Hipólito
En su obra Contra Plato, sobre la Causa del Universo, menciona algo muy interesante:
 
De cuál voz se verá la justificación en la atribución a cada uno de lo que es justo; ya que a los que lo hicieron bien se les asignará justamente dicha eterna, y a los amantes de la iniquidad se les dará castigo eterno. Y el fuego que no se puede apagar y sin final espera a este último, y un cierto gusano ardiente que no muere, y que no consume el cuerpo, sino que continúa brotando del cuerpo con dolor interminable. No dormir les dará descanso; ninguna noche los tranquilizará; ninguna muerte los librará del castigo; ninguna voz de amigos intercesores los beneficiará. (Hipólito, Contra Plato, 3 Ver texto)
 
Hipólito aquí está hablando sobre lo que espera a quienes obraron el bien y quienes obraron el mal. Pero al referirse justamente a estos últimos y los padecimientos horribles que le esperan, menciona que tampoco la intercesión de sus amigos les beneficiará, lo cual es claro en enseñar la Iglesia, que quien está condenado no hay intercesión que valga. Para Hipólito es claro entonces que sí se puede interceder y alcanzar beneficios.
 
 
En otra obra, su comentario a Daniel también deja ver que luego de la muerte, se puede tener memoria de los que quedan. Y ese recordar no se entiende sólo como algo pasado, sino como una plegaria a realizar:
Díganme, ustedes tres muchachos, recuérdenme, les ruego, que también pueda obtener el mismo martirio con ustedes, ¿quien fue la cuarta persona con ustedes que estaba caminando en medio del horno y que estaba cantando himnos a Dios con ustedes como de una boca? Descríbannos su forma y belleza para que nosotros también, viéndolo en carne y hueso, podamos reconocerlo (Hipólito, Comentario a Daniel, Libro 2, 30.1 Ver texto)
 
Para la época de Hipólito, ya los 3 jóvenes mencionados en el libro de Daniel han muerto, pero Hipólito les ruega lo recuerden porque él puede ser martirizado también. Esto es claramente un ejemplo de la oración de intercesión. 
 
 
 
SIGLO III
 
Orígenes de Alejandría
En su Obra, La Oración, distingue el tipo de oración que se puede dar a Dios y la que se puede dar incluso a los hombres:

«Ahora súplica e intercesión y acción de gracias, no está fuera de lugar ofrecerla incluso a los hombres, los dos últimos, la intercesión y la acción de gracias, no solo a los hombres santos sino también a los demás. Pero la súplica a los santos, si algún Pablo o Pedro aparecen, para que nos beneficie haciéndonos dignos de obtener la autoridad que se les ha dado para perdonar los pecados, con esta adición de hecho que, incluso si un hombre no fuera un santo y nosotros lo hemos perjudicado, se nos permite que nos volvamos conscientes de nuestro pecado contra él para pedir incluso de ellos que nos extiendan el perdón a quienes lo hemos perjudicado. (Orígenes, La oración, X Ver texto)

 
Esta cita requiere unas precisiones para su comprensión. Orígenes reconoce que podemos hacer súplicas a los santos, y se requiere saber si por santos se refiere a los que aun viven o a los que ya murieron. Precisamente lo resaltado en negrilla nos ayuda a entender:
– Se refiere a cristianos del nivel de San Pablo o San Pedro, es decir, no cualquier cristiano, por lo que el contexto lleva a pensar en que se le suplica a un «superior reconocido» espiritualmente hablando, por lo que difícil que ahí se esté refiriendo a los que aun viven en su época.
– San Pablo y San Pedro ya han muerto, por lo que siendo el ejemplo de referencia, Orígenes se refiere a quienes muriendo llevaron una vida del tipo de San Pablo y San Pedro.
– La súplica logra hacerse digno de obtener la autoridad, es la súplica lo que la logra, siendo aquí un sentido de poder espiritual.
 
Orígenes en otro pasaje hace referencia a los santos, incluyendo a los que ya han partido:
Sin embargo, hay un cierto encanto útil en un lugar donde la oración es el lugar donde los creyentes se encuentran. También puede ser que las asambleas de creyentes también sean atendidas por poderes angélicos, por los poderes de nuestro Señor y Salvador mismo, y de hecho por los espíritus de los santos, incluidos los ya dormidos, sin duda de los que aún están en la vida, aunque solo como no es fácil de decir (Orígenes, La oración, XX Ver texto)
 
Llama la atención que Orígenes coloque en el tema de la oración, a los poderes angélicos capaces de responder, al mismo nivel de los espíritus de los santos, incluyendo los difuntos. Es clara la noción de Orígenes, de que «los santos» puede designar tanto a vivos como muertos. ¿Como podría incluir a los ya dormidos sino es porque son conscientes en el cielo y pueden atender nuestra súplica?
 
 
Clemente de Alejandría
Este padre griego también tiene una referencia a la intercesión de los santos en su obra Stromata, Libro VII, en dónde expone la vida del gnóstico, entendiendo como el que busca la ascésis y la perfección espiritual, y no en el sentido herético de los primeros siglos. Nos narra San Clemente:
 

«Él, atraído por su propia esperanza, no saborea las cosas buenas que hay en el mundo, entreteniendo un noble desprecio por todas las cosas aquí; compadeciéndose de aquellos que son castigados después de la muerte, que a través del castigo se hacen confesiones de mala gana; tener una conciencia clara en referencia a su partida, y estar siempre listo, como «un extraño y peregrino», con respecto a las herencias aquí; teniendo en cuenta solo aquellos que son suyos, y considerando todas las cosas aquí como no propias; no solo admirando los mandamientos del Señor, sino, por así decirlo, siendo por el conocimiento mismo partícipe de la voluntad divina; un íntimo verdaderamente elegido del Señor y Sus mandamientos en virtud de ser justo; y principesco y regio como un gnóstico; despreciando todo el oro de la tierra y debajo de la tierra, y el dominio de la costa a la costa del océano, para que pueda aferrarse al único servicio del Señor. Por lo tanto, también, al comer, beber y casarse (si la Palabra lo ordena), e incluso al ver los sueños, él hace y piensa lo que es santo. 

 
Entonces, él siempre es puro para la oración. También ora en la sociedad de los ángeles, ya que es de rango angélico, y nunca está fuera de su sagrada custodia; y aunque reza solo, tiene el coro de los santos que están con él. (San Clemente de Alejandría, Stromata. Libro VII. Capítulo XII Ver texto)
 
El cristiano que vive su fe, no está solo, ora en comunión con los ángeles y el coro de santos que están con él, que nos recuerda a Apocalipsis 7, 9-12). 
 
 
San Cipriano de Cartago
San Cipriano, nos regala una cita bellísima en pleno siglo III, sobre el vínculo de orar y amarnos unos otros incluso después de la muerte, en su carta 56:
 
«Recordemos el uno al otro en concordia y unanimidad. Permitámonos a ambos lados siempre orar el uno por el otro. Liberemos cargas y aflicciones por el amor mutuo, que si alguno de nosotros, por la rapidez de la condescendencia divina, se va por lo tanto primero, nuestro amor pueda continuar en la presencia del Señor, y nuestras oraciones por nuestros hermanos y hermanas no cesen en presencia de la misericordia del Padre. Te deseo, querida hermana, siempre un saludo de despedida» (Carta 56, San Cipriano de Cartago a Cornelio Ver texto)
 
La intercesión no cesa por la muerte, el amor mutuo trasciende y se mantiene en la presencia de Dios. Esto es precisamente la enseñanza católica.
 
 
SIGLO IV
 
San Cirilo de Jerusalén
En sus lecturas catequéticas, retrata lo que se vive en la liturgia, y precisamente al hacer memoria de los que ya han muerto, clama que las intercesiones a través de ellos serán escuchadas por Dios:
 
«Luego conmemoramos también a aquellos que se han quedado dormidos ante nosotros, primeros Patriarcas, Profetas, Apóstoles, Mártires, que en sus oraciones e intercesiones Dios recibiría nuestra petición. Entonces en nombre también de los Santos Padres y Obispos que se han quedado dormidos ante nosotros, y en una palabra de todos los que en los últimos años se han dormido entre nosotros, creyendo que será un gran beneficio para las almas, para quienes la súplica se pone, mientras que ese sacrificio santo y terrible se establece» (Lecturas Catequéticas, 23. 9 Ver texto)
 
 
San Gregorio Nacianceno
Esta oración fue enviada tras la muerte de San Gregorio, en el año 374. La Oración menciona claramente la confianza en la eficacia de la intercesión, ahora que está con el Señor, que cuando estaba en vida. Es una muestra clara de la conciencia que estar en la presencia de Dios garantiza una comunión perfecta:
 

Sí, estoy bien seguro de que su intercesión tiene más valor ahora que su instrucción en tiempos pasados, ya que está más cerca de Dios, ahora que se ha librado de sus cadenas corporales, y liberó su mente de la arcilla que oscureció, y mantiene el vínculo desnudo con la desnudez de la primera y más pura mente; siendo promovido, si no es precipitado para decirlo, al rango y la confianza de un ángel. (San Gregorio, Oración 18 Ver texto)

 
 


San Ambrosio de Milán
San Ambrosio en su obra sobre las viudas menciona la oración que en su momento hicieron por una viuda. Precisamente, esos que en vida oraron por ella, ahora son capaces de orar por todos nosotros. Algo claro y fuerte sobre la conciencia que tenían que los que habían muerto en Cristo, estaban en capacidad de presentar nuestras necesidades delante del Señor: 

Entonces Pedro y Andrés oraron por la viuda. Ojalá hubiera alguien que pudiera orar tan rápido por nosotros, o mejor aún, los que rezaron por la suegra, Pedro y Andrés su hermano. Entonces podían orar por alguien relacionado con ellos, ahora son capaces de orar por nosotros y por todos. Porque ves que el que está atado por un gran pecado es menos apto para orar por sí mismo, y menos probable que lo consiga. (San Ambrosio de Milán, Respecto a las viudas, 55 Ver texto)
 
 

San Juan Crisóstomo

San Juan Crisóstomo nos regala una cita en la que expone claramente que es posible comunicarse con los que han muerto en Cristo.

Y qué maravilla, si el que se comunica con los vivos es considerado digno de las mismas recompensas con los que se mantienen, ya que es posible comunicarse después de la muerte incluso con los difuntos, con los que están dormidos, que ya están coronados, quienes no quieren nada. Para escuchar a Pablo decir: Participar en la memoria de los Santos. ¿Y cómo puede hacerse esto? Cuando admiras a un hombre, cuando haces cualquiera de esos actos por los cuales fue coronado, evidentemente eres un participante en sus obras, y en sus coronas. (San Juan Crisóstomo, Homilia 3, sobre 2 Timoteo Ver texto)

 
 
En otra cita también muy diciente nos expresa cómo ya la súplica a los santos se hacía en las mismas tumbas de ellos, lo que muestra el vínculo que existía:

«Y las tumbas de los siervos del Crucificado son más espléndidas que los palacios de los reyes; no por el tamaño y la belleza de los edificios, (sin embargo, incluso en esto los superan), sino, lo que es más, en el celo de quienes los frecuentan. Porque el que viste de púrpura va a abrazar esas tumbas y, dejando a un lado su orgullo, se queda rogando a los santos que sean sus defensores con Dios, y el que tiene la diadema implora al hacedor de tiendas y al Pescador, aunque muerto, que ser sus patrones» (San Juan Crisóstomo, Homilia 26, sobre 2 Corintios, Ver texto) 

 
 
En sus homilías contra los judíos, también invita que en los momentos de castigo invoquemos la ayuda de los santos, quienes le hablan al Señor en confianza:
¿Pero por qué? Porque es un deber del amo castigar a su sirviente. Y esta no es la única razón. Si el esclavo tenía que huir, no debería ir a los enemigos que odiaban a su amo; debería haber ido con los verdaderos amigos de su amo. Debes hacer lo mismo. Cuando veas que Dios te está castigando, no huyas a sus enemigos, los judíos, para que no despiertes aún más su ira contra ti. Dirígete a los mártires, a los santos, a aquellos en quienes está muy complacido y que pueden hablarle con gran confianza y libertad. (San Juan Crisóstomo, Oración 8, 8 Ver texto)
 
 
San Jerónimo
Este Padre de la Iglesia, en su obra contra Vigilantus, nos muestra que la intercesión no se acaba por la muerte, aun después continúa:

Si los apóstoles y los mártires, estando todavía en el cuerpo, pueden orar por los demás, cuando todavía deberían estar ansiosos por sí mismos, ¿cuánto más deben hacer cuando ya han ganado sus coronas, vencido y triunfado? (San Jerónimo, Contra Vigilantus, 6 Ver texto)

 

 

 

San Agustín

Nos dejó varias obras en las que demuestra la creencia en la intercesión de los santos.

En su réplica contra Fausto deja ver que éste usaba los mismos argumentos que usan hoy día las sectas:

«Fausto nos acusa asimismo de honrar las memorias de los mártires, afirmando que son una versión de los ídolos paganos«

 

San Agustín entonces le explicará lo que verdaderamente celebra el pueblo cristiano:

El pueblo cristiano, en cambio, celebra unido en solemnidad religiosa las memorias de los mártires, para estimular su imitación, asociarse a sus méritos, y ayudarse con sus oraciones, de tal modo, sin embargo, que no levantamos altares a ningún mártir, sino al Dios de los mártires, aunque en las memorias de los mártires. En efecto, ¿qué sacerdote, oficiando al altar en los lugares en que reposan los cuerpos de los santos, dijo alguna vez: «Te ofrecemos a ti, Pedro, Pablo, o Cipriano»? Lo que se ofrece, se ofrece a Dios que coronó a los mártires, en las memorias de aquellos a quienes coronó, a fin de que el mismo lugar sirva de exhortación y provoque un mayor afecto, que estimule el amor hacia aquellos a quienes podemos imitar, y hacia aquel con cuya ayuda lo podremos.

Veneramos, pues, a los mártires con el culto del amor y de la compañía, que en esta vida se tributa también a los santos hombres de Dios, cuyo corazón percibimos que está dispuesto a sufrir el martirio por la verdad del evangelio. Pero a aquellos con tanta mayor devoción, cuanta mayor es la seguridad, una vez que han vencido en los combates, y cuanto más confiada es la alabanza con que proclamamos ya a los vencedores en aquella vida más feliz sobre los que aún luchan en ésta. Con aquel culto que en griego se llama latría, pero en latín no puede expresarse con una única palabra, puesto que significa propiamente cierta servidumbre debida únicamente a la divinidad, sólo rendimos culto, y enseñamos que deba rendirse, al único Dios. Ahora bien, como este culto incluye la ofrenda del sacrificio, razón por la que se llama idolatría al culto de quienes lo tributan a los demonios, en ningún modo ofrecemos o mandamos que se ofrezca nada parecido a algún mártir o a algún alma santa o a algún ángel. Y a todo el que cae en este error se le corrige con la sana doctrina, para que él se enmiende, o para que los otros se guarden de él. Incluso los mismos santos, hombres o ángeles, no quieren que se les tribute a ellos lo que saben que se debe al único Dios. (San Agustín, Réplica contra Fausto, Libro XX Ver texto)

La cita es clarísima y nos enseña que:

  • Se honra la memoria de los santos para exhortar y provocar un mayor afecto, imitarlos, asociarse a sus méritos y unirse a sus oraciones.
  • No se le da a los santos, el culto que sólo es a Dios.
  • Se corrige a quien intente confundir las cosas
  • Se honra a Dios en la memoria de los mártires.

 

INSCRIPCIONES HALLADAS

Otra evidencia clara de que los cristianos en los primeros siglos creían y se confiaban a la oración e intercesión de los que ya estaban en la presencia de Dios, son los epitafios hallados en las lápidas y tumbas de los cementerios cristianos. Varias inscripciones demuestran sin lugar a dudas esta verdad:

En la obra de Orazio Marucchi Ver libro, sobrre Epigrafía cristiana, nos presenta una serie de eiptafios hallados en tumbas en las catacumbas, que dejan ver la solicitud de oración de intercesión al fallecido:

Januaria, descansa y ora por nosotros (pág. 151)
Cementerio de Calixto
 
 

 

Vive en paz y ora por nosotros (pág. 152)

Cementerio de Domitila

 

Ora por nosotros que podemos ser salvados (Pág. 153)
 
 
James Spencer, en su obra Las Catacumbas Romanas (Ver libro) también nos comparte algunas inscripciones encontradas en la galería Lapidiara que reafirman la enseñanza que los que partían con Cristo intercedían por los que quedaban:

Anatolius hizo esto por su querido hijo, que vivió 7 años, 7 meses

y 20 días. Pueda su espíritu felizmente descansar en paz. Ora
por tu hermana. (Pág. 153)
 
 
 
Aurelio Agapetus y Aurelia Feliccisma, a su más excelente
hija adoptiva Felicitas, quien vivió 36 años. Y ora por
tu marido Celsinianus (Pág. 153)
 
Y así, hay muchas más inscripciones que nos demuestran que los primeros cristianos creían en la oración de intercesión a los que ya habían partido. La historia respalda la enseñanza de la Iglesia, y es algo verificable. Ahí están las fuentes para cualquiera que desee verificarlas.
 

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