¡¡Ya casi es Navidad!! Wow, Otra vez el tiempo voló!! Me pasó como a muchos que vivimos el día a día trabajando duro en escuelas o actividades empresariales, cuando menos me esperaba ya estamos llegando a la celebración del nacimiento de Nuestro Señor, cosa no menor, por lo cual me siento apremiado a escribir un pequeño articulo al respecto.
En nuestro adviento, que como ya habrán leído en otros artículos, se habla de DOS acontecimientos que como cristianos debemos de tomar conciencia:
A) El nacimiento, la llegada de nuestro Señor, Jesús quien toma carne de María la Inmaculada, vino a este mundo a salvarnos, a abrirnos las puertas del cielo.
B) Su segunda venida. Claro, también debemos de recordar que Jesús vendrá de nuevo, y que debemos de estar preparados para ello, es un evento escatológico también, así que por mucho que tratemos de no pensar en la muerte terrenal es un hecho, para los cristianos es un paso hacia la Eternidad del gozo Eterno con Jesús.
Durante este tiempo de deseo y de espera del Señor, se nos invita a rezar y a profundizar en la Palabra de Dios, pero estamos llamados ante todo a convertirnos en reflejo de la luz de Cristo. Adviento nos recuerda que tenemos que estar listos para encontrar al Señor en todo momento de nuestra vida. Como un despertador despierta a su propietario, Adviento despierta a los cristianos que corren el riesgo de dormirse en la vida diaria.
Tomemos a María como ejemplo, en su embarazo, esperemos a Jesús con ansias, con amor, adorémosle en la celebración de su nacimiento, y pidamos que venga de nuevo. Ese debe de ser nuestro espíritu festivo en estos días.
El mundo nos hace olvidar lo que realmente celebramos, y nos hace pensar en las fiestas, en reuniones bánales, en esas “merecidas” vacaciones, en no olvidarnos en la cena que haremos para nuestra familia, etc. Cuando lo más importante es:
Celebramos que nace Nuestro Salvador. Prepárate! El viene, ábrele la puerta. No seamos como esos que no le abrieron su hogar y nació en un pesebre, déjalo cenar contigo.
Apocalipsis 3, 20.Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo
La Navidad si es un tiempo de felicidad, si es un tiempo de celebraciones, si nos damos regalos, todo eso con medida está bien, pero no olvidemos que el centro de nuestra celebración no somos nosotros, Es Jesús.
Los invito a reflexionar al respecto y pensar si en nuestra casa celebramos a Jesús, o solo tomamos como pretexto su nacimiento.
El cardenal Joseph Ratzinger (Hoy Benedicto XVI) escribió que «el objetivo del año litúrgico consiste en recordar sin cesar la memoria de su gran historia, despertar la memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. Esta es la hermosa tarea del Adviento: despertar en nosotros los recuerdos de la bondad, abriendo de este modo las puertas de la esperanza».
“Hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor. Es el gran anuncio que conmueve en este día a los cristianos y que, a través de ellos, se dirige a la Humanidad entera. Dios está aquí.”
Al pensar en los hogares cristianos, me gusta imaginarlos luminosos y alegres, como fue el de la Sagrada Familia. El mensaje de la Navidad resuena con toda fuerza: «Gloria a Dios en lo más alto de los cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad» (Lc II, 14). «Que la paz de Cristo triunfe en vuestros corazones», escribe el apóstol (Col III, 15).
Es Cristo que pasa, 22,4 San José María Escrivá de Balaguer
Palabras del hoy venerable Juan Pablo II Magno:
«Descendit de caelis Salvator mundi. Gaudeamus!»
Bajó del cielo el Salvador del mundo. ¡Alegrémonos!
Este anuncio, lleno de un profundo gozo,
resonó en la noche de Belén.
Hoy la Iglesia lo reitera con alegría inmutable:
¡ha nacido para nosotros el Salvador!
Una ola de ternura y esperanza nos llena el ánimo,
junto con una profunda necesidad de intimidad y paz.
En el pesebre contemplamos a Aquél
que se despojó de la gloria divina
para hacerse pobre, movido por el amor al hombre.
Junto al pesebre, el árbol de Navidad
con el centelleo de sus luces,
nos recuerda que con el nacimiento de Jesús
florece de nuevo el árbol de la vida en el desierto de la humanidad.
El pesebre y el árbol: símbolos preciosos,
que transmiten a lo largo del tiempo el verdadero sentido de la Navidad.
El nacimiento (Belén):
Navidad es el anuncio gozoso de que Jesús está entre nosotros.
Su mensaje es de paz, amor y alegría, por eso nace en nuestros corazones el deseo de anunciar con alegría su presencia cercana en medio de nuestra familia. Vivamos en familia este anuncio gozoso con un momento de oración frente al nacimiento:
Oración en familia delante del Nacimiento (Belén)
Un miembro de la familia:
Señor Dios, Padre nuestro, que tanto amaste al mundo que nos entregaste a tu Hijo único nacido de María la Virgen, dígnate bendecir este nacimiento y a la familia cristiana que está aquí presente, para que las imágenes de este Belén nos ayuden a profundizar en la fe.
Te lo pedimos por Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Toda la familia reza junta la siguiente oración:
Salve, Reina de los Cielos
Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
Un miembro de la familia:
Que con el auxilio de tan dulce intercesora.
Todos responden:
Seamos siempre fieles a Dios.
Todos santiguándose dicen:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Al finalizar, cada uno de los miembros de la familia escribirán un propósito concreto para ofrecerlo a Jesús en el pesebre.
La cena:
Navidad es tiempo de paz.
El mundo necesita la paz. La Navidad debe llevarnos a vivir en paz con nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra sociedad y nuestro mundo.
Empecemos por buscar la paz con nosotros mismos, porque si estamos en paz seremos instrumentos de paz, de alegría y de consuelo. Trabajemos por la paz en familia alrededor de esa mesa, seamos luz para el mundo, una luz de paz y armonía. No olvides a aquellos que por pobreza no tienen un pan que llevarse a la boca, comparte, es un buen regalo que te puedes dar.
El árbol y las luces:
Navidad es tiempo para purificarnos.
Las luces en el árbol representan a Cristo que con su luz disipa las tinieblas del pecado. Nuestro pecado se transforma en purificación y la muerte y esclavitud se transforman en vida y libertad.
Esta Navidad purifiquémonos del pecado: del egoísmo, la envidia, el rencor, la injusticia, los vicios. Purifiquemos todas aquellas conductas que nos impiden ser hermanos, que nos impiden ser sencillos y amar a Dios. Cultívate hermano, aprende mas sobre nuestra Fe, y se luz para otros que viven en sombras.
Los regalos:
Navidad es reconciliación con Dios.
Tenemos la oportunidad de reconciliarnos con Dios mirándonos unos a otros con amor y perdonándonos mutuamente. Esta Navidad el mejor regalo que podemos dar será pedir perdón, y ser perdonados, aceptemos nuestras flaquezas y errores para que la presencia del Niño Dios nos reconcilie y podamos valorar nuestras cualidades y capacidades para ver en los otros a Dios-con-nosotros.
Con María vivamos la Navidad
Vivamos esta Navidad muy unidos a la Santísima Virgen María. Ella nos da a Cristo, el Salvador y nos ayuda a recibirlo.
Recibamos esta Navidad de manos de María a Cristo el Salvador y que Él nos ayude a reconciliarnos, a purificarnos y a alcanzar la paz, para que de esta manera, comencemos un año nuevo de la mano de Cristo, anunciando la salvación que Él nos trajo.
Y termino con más palabras de Juan Pablo II
«Puer natus est nobis, filius datus est nobis!». ¡Qué misterio inescrutable esconde la humildad de este Niño! Quisiéramos como tocarlo; quisiéramos abrazarlo.
Tú, María, que velas sobre tu Hijo omnipotente, danos tus ojos para contemplarlo con fe: danos tu corazón para adorarlo con amor.
En su sencillez, el Niño de Belén nos enseña a descubrir el sentido auténtico de nuestra existencia; nos enseña a «llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa» (Tt 2,12).
¡Oh Noche Santa y tan esperada, que has unido a Dios y al hombre para siempre! Tú enciendes de nuevo la esperanza en nosotros. Tú nos llenas de extasiado asombro. Tú nos aseguras el triunfo del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte
Bendiciones en Cristo y María Santísima Theotokos
Fuentes: