El papel de la Santísima Virgen María en el plan de salvación debe colocarse desde su papel como Madre de Dios. No se puede entender la figura de María, desligada de su principal misión y que le da sentido a todo lo demás, que la fe católica cree sobre ella. Esto nos lleva por tanto a encontrar el papel de María a la luz de Cristo, Dios y hombre verdadero, ya que sin la encarnación no podríamos estar hablando de María como madre de Dios.
El Papa Paulo VI nos expresó:
En la Virgen María todo es referido a Cristo y todo depende de El: en vistas a Él, Dios Padre la eligió desde toda la eternidad como Madre toda santa y la adornó con dones del Espíritu Santo que no fueron concedidos a ningún otro. Ciertamente, la genuina piedad cristiana no ha dejado nunca de poner de relieve el vínculo indisoluble y la esencial referencia de la Virgen al Salvador Divino[1].
Todo es referido a Cristo porque es de Cristo que brota la importancia de María, y sin Cristo, María no tuviera ninguna relevancia.
El Cardenal Gerhard Müller en su obra dogmática define claramente que es del dogma de la Maternidad divina de donde se desprende lo demás en el culto a María, por lo que estudiar este dogma es punto fundamental para comprender lo que la Iglesia predica sobre la Virgen María:
En el terreno objetivo, puede afirmarse que este fundamento se encuentra en la maternidad virginal divina de María. Aquí se halla la fuente dinámica de su significación histórico salvífica[2].
Pero al mismo tiempo, este dogma ha traído mucha confusión en grupos y denominaciones cristianas que malentienden el fundamento y por ende las implicaciones en el campo teológico. Cuando se escuchan los argumentos contra reconocer a la Virgen como madre de Dios, siempre se observan unos supuestos errados en los planteamientos. Vamos a explicar el fundamento de este dogma.
Dios es eterno
Los católicos creemos que Dios es eterno, sin principio ni origen. Es algo que debemos recalcar porque a veces parece que algunos pensaran que para los católicos, María dio origen a Dios, por el hecho de llamarla su madre.
El IV Concilio de Letrán expresa:
“Firmemente creemos y simplemente confesamos, que uno solo es el verdadero Dios, eterno, inmenso e inconmutable, incomprensible, omnipotente e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres personas ciertamente, pero una sola esencia, sustancia o naturaleza absolutamente. Simple. El Padre no viene de nadie, el Hijo del Padre solo, y el Espíritu Santo a la vez de uno y de otro, sin comienzo, siempre y sin fin. El Padre que engendra, el Hijo que nace y el Espíritu Santo que procede: consustanciales, coiguales, coomnipotentes y coeternos; un solo principio de todas las cosas”[3].
Por tanto, salvaguardamos la eternidad de Dios en la doctrina católica. La expresión “madre de Dios” no atenta contra la eternidad de Dios. La misma Escritura lo atestigua:
Antes que fueran engendradas las montañas, antes que nacieran la tierra y el mundo, desde siempre y para siempre, tú eres Dios. (Sal 90, 2)
Sin embargo, veamos lo que entiende una página evangélica:
Si María es la madre de Dios, quiere decir que ella fue antes que ellos y eso no es así, los que participaron en la creación fueron el Padre, Jesús y el Espíritu Santo, que siempre han existido, nunca María, ella fue una persona de carne y hueso que nació y murió[4].
¿Se evidencia la incoherencia de la conclusión? La Iglesia Católica nunca ha dicho que María dio origen a Dios; no podrían estos grupos encontrar en la doctrina católica algo que lo afirme.
Dios es trino
Otro punto importante a mencionar es que en Dios hay tres personas. Vamos a exponer lo que enseña el Catecismo:
253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: «la Trinidad consubstancial» (Concilio de Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: «El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza» (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). «Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina» (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804).
254 Las Personas divinas son realmente distintas entre sí. «Dios es único pero no solitario» (Fides Damasi: DS 71). «Padre», «Hijo», Espíritu Santo» no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: «El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo» (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: «El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede» (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.
Hay dos textos subrayados que son importantes:
– Cada persona divina es enteramente Dios (naturaleza divina en cada una)
– Cada persona divina es diferente de la otra
Esto es clave porque la expresión “madre de Dios” no tiene por qué dar a entender que María es madre del Padre o del Espíritu Santo. María es madre de Dios porque es madre del Hijo que según el numeral 253 del Catecismo, es enteramente Dios. Si un no católico entiende que la expresión “madre de Dios” significa que María es madre del Padre, es simplemente su desconocimiento de la doctrina y no un error en el planteamiento.
Pongamos un ejemplo para mostrar lo falaz de esa conclusión. Jesús es el hijo de Dios. ¿Alguno entenderá entonces que Jesús es hijo del Espíritu Santo por el hecho que el Espíritu Santo también sea Dios? Claro que no. Todos entienden que Jesús es hijo de Dios respecto al Padre solamente. Pues del mismo modo, María es madre de Dios respecto al Hijo solamente, pero como Él no está dividido no podríamos decir que ella es solo madre de una parte humana, sin que lo contrario vaya a implicar que sea madre de la divinidad. Precisamente por María ser madre de Dios respecto al Hijo, se salvaguarda que ella sea hija respecto al Padre. San Juan Pablo II así nos lo enseñó:
“María resume en su persona todo el misterio de la Iglesia; es la «hija predilecta del Padre» (Tertio millennio adveniente, 54), que acogió libremente y respondió con disponibilidad al don de Dios. Siendo «hija» del Padre, mereció convertirse en la Madre de su Hijo: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Es Madre de Dios, porque es perfectamente hija del Padre”.[5]
Como se observar, la Iglesia Católica jamás ha intentado concluir que la expresión “madre de Dios intente dar a entender que María es madre de la Trinidad. Pero las páginas evangélicas por razón que no sabemos así es que lo entienden:
“La Biblia explica detalladamente que hay un Padre, un Hijo y un Espíritu Santo y explica detalladamente la interacción entre ellos, pero nunca dice que la madre de ellos es María”[6]
Encarnación
Otro punto primordial a comprender es que Dios se hizo hombre. Leámoslo en palabras del Evangelista San Juan:
“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1, 1-2)
“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14)
Esta cita, referida a Cristo como la Palabra, siendo Dios se hizo carne. Es decir, sin dejar de ser Dios asumió una naturaleza humana como la nuestra. En Dios no hay sucesión de actos, él es acto puro, pero para nuestro entendimiento en la historia de salvación si hay una secuencia de hechos, y en algún momento determinado de la historia, ese Dios se encarnó y se hizo hombre.
Esto estaba ya profetizado:
“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros« (Mt 1, 23)
“Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz” (Is 9, 6)
Cristo es Dios, y aunque es eterno, quiso hacerse uno de nosotros en todo, excepto en el pecado (Heb 4, 15), naciendo como nacemos los hombres. Y esto es importante comprenderlo porque la Maternidad divina de María no es algo que existe desde la eternidad, María se hizo madre de Dios en el momento de la Encarnación, aunque estuviera prefigurado y decretado por Dios desde siempre.
Alguien puede preguntarse: pero ¿cómo se hizo madre de Dios desde la Encarnación si el Verbo es Dios desde la eternidad? Ahí la Escritura nos ilumina primero para comprender que Cristo siendo Dios se hizo hombre, y lo hizo a través de María por obra del Espíritu Santo:
“A ellos pertenecen también los patriarcas, y de ellos desciende Cristo según su condición humana, el cual está por encima de todo, Dios bendito eternamente. Amén” (Rom 9, 5)
Esta cita nos presenta a Cristo que desciende en la carne de los patriarcas, pero a la vez es Dios eternamente.
“Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley” (Gal 4, 4)
En esta cita notamos las palabras “envió” y “nacido”. Por un lado lo envió porque ya era, ya existía el Verbo, pero por otro lado nació porque se encarnó en el seno de María. Pero no estamos hablando de dos personas distintas, como erróneamente lo comprendió Nestorio, sino que ambas naturalezas (humana y divina) residen en la misma Persona Divina (Jesucristo). María por tanto dio a luz a una persona divina con dos naturalezas.
San Juan Pablo II en una catequesis lo explica muy claro:
“La expresión Theotokos, que literalmente significa «la que ha engendrado a Dios», a primera vista puede resultar sorprendente, pues suscita la pregunta: ¿cómo es posible que una criatura humana engendre a Dios? La respuesta de la fe de la Iglesia es clara: la maternidad divina de María se refiere solo a la generación humana del Hijo de Dios y no a su generación divina. El Hijo de Dios fue engendrado desde siempre por Dios Padre y es consustancial con él. Evidentemente, en esa generación eterna María no intervino para nada. Pero el Hijo de Dios, hace dos mil años, tomó nuestra naturaleza humana y entonces María lo concibió y lo dio a luz.
Así pues, al proclamar a María «Madre de Dios», la Iglesia desea afirmar que ella es la «Madre del Verbo encarnado, que es Dios». Su maternidad, por tanto, no atañe a toda la Trinidad, sino únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la naturaleza humana.
La maternidad es una relación entre persona y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino de la persona que engendra. Por ello, María al haber engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús, que es persona divina, es Madre de Dios”.[7]
El Papa nos ilumina con algo clave, una madre no es madre del cuerpo, sino de una persona. Ninguna mujer en el mundo es madre de algo, sino de alguien, de una PERSONA. Pero sabemos que una persona tiene alma y cuerpo, y que el alma es creada por Dios:
La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios (cf. Pío XII, Enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8) —no es «producida» por los padres—, y que es inmortal (cf. Concilio de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final[8].
Hagamos el siguiente silogismo:
– Una madre lo es de una persona
– Una persona se compone de cuerpo y alma
– El alma es creada por Dios
– Aun cuando la mujer sólo dio el cuerpo, se le llama con todo derecho madre porque quien salió de su seno es una persona
Ahora vamos a llevarlo a la Virgen María:
– María es madre de una persona divina (Jesucristo)
– Jesucristo como persona divina tiene dos naturalezas (divina y humana)
– La naturaleza divina en Cristo es consubstancial con el Padre
– Aun cuando María sólo aportó a su naturaleza humana, se le llama con todo derecho madre de Dios porque quien salió de su seno es una persona divina.
Es igual. Jamás he escuchado a una madre decir: yo soy la mamá del cuerpo de mi hijo. ¿Por qué esperan que debamos decir: María es la madre de la “parte humana” o de la “humanidad” de Cristo? ¿Acaso lo que salió de su vientre no fue una persona?
La misma Escritura tiene el fundamento para llamar a la Virgen como madre de Dios, es algo bíblico que ya lo expone San Lucas en boca de Santa Isabel:
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor (Κυρίου) venga a visitarme? (Lc 1, 43)
¿De qué Señor habla Santa Isabel? de Cristo, y así de esa forma: «Señor» ella se dirigía a Dios Padre, lo que vemos a versículo seguido:
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor (Κυρίου) (Lc 1, 44-45)
Santa Isabel reconoce que el «Señor» es quien anunció a la Santísima Virgen, y así llama a María, madre del «Señor».
La palabra “Señor” viene del griego Kyrios, una palabra que en sentido espiritual siempre se aplica a Dios en el Nuevo Testamento. Cuándo Santa Isabel dijo: la madre de mi “Señor” se refería a este Señor:
“Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor (Κυρίου) se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo” (Mt 1, 20)
“El Espíritu del Señor (Κυρίου) está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos” (Lc 4, 18)
“Para el apóstol San Pablo el nombre de Kyrios incluye la confesión de la divinidad de Cristo. Buena prueba de ello es que aplica al Kyrios lestes Christus pasajes del Antiguo Testamento en que sale la palabra Kyrios y que se refieren a Yahvé; cf. 1 Cor 1, 31: «EI que se gloríe, gloríese en el Señor» ; Rom 10, 12 s : «Todo el que invocare el nombre del Señor, será salvo», 2 Thes 1, 9 s ; Hebr 1, 10 ss ; 1 Cor 2, 16”[9]
El Cardenal Gerhard Muller en su obra Dogmática (Pág. 505), explicando la maternidad divina de María enseña:
“María no es ante todo y en primer término el principio biológico de la existencia corporal de Jesús. Es más bien la madre de una persona que subsiste en la naturaleza divina y en la humana, y lleva a cabo en esta subsistencia la unidad de ambas. De donde se sigue que a María no se la pueda denominar solamente antropotokos (generadora de un hombre)”.
Unión hipostática
Para comprender bien quien nació del seno de María debemos analizar el término teológico “unión hipostática”, término que como tal no aparece en la Biblia pero sí su significado. “Es el término teológico usado en referencia a la Encarnación para expresar la verdad revelada de que en Jesucristo subsiste una persona en dos naturalezas, la Divina y la humana”[10]
La relación entre estas dos naturalezas en Cristo dio lugar a muchas disputas cristológicas en los primeros siglos del Cristianismo. Pero partamos de la Escritura que reconoce cómo Cristo siendo Dios se hizo hombre:
“Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor». (Fil 2, 6-11)
La unión hipostática es determinante para comprender el dogma de la Maternidad divina de María precisamente porque no podemos separar a Cristo en dos. El Catecismo claramente expresa:
El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban[11].
Las naturalezas no dividen a Cristo por mitades, ni se mezclaron de forma que no se sepa qué es divino o qué es humano. Siendo Dios, asumió una naturaleza humana. Para ello la teología terminó acuñando el término “ousía” (substancia o esencia). Pero esas dos naturalezas subsisten en una persona divina y la teología terminó dejando el término “hypostasis”, por lo que podríamos decir que las dos ousías subsisten en una hipostasis.
Quien nació de María fue una persona (divina), en la que la naturaleza divina asumió a la humana. Aun cuando Cristo tomó de María su humanidad, y eso no se niega, como persona divina nació de ella. Por tanto, si lo que nació de ella fue una persona divina, se le puede y debe llamar “madre de Dios”. En palabras de Benedicto XVI:
Por consiguiente, la maternidad de María es verdadera y plenamente humana. En la frase «Dios envió a su Hijo, nacido de mujer» se halla condensada la verdad fundamental sobre Jesús como Persona divina que asumió plenamente nuestra naturaleza humana. Él es el Hijo de Dios, fue engendrado por él; y al mismo tiempo es hijo de una mujer, de María. Viene de ella. Es de Dios y de María. Por eso la Madre de Jesús se puede y se debe llamar Madre de Dios[12].
La unión hipostática nos lleva a comprender cómo es subsistencia de las dos naturalezas en la persona divina de Cristo. Alrededor de esto se fueron dando distintas herejías, unos negaban su humanidad, otros negaban su divinidad, otros aducían que era humano sólo en apariencia, otros que recibió la filiación de hijo fue en el Bautismo, o que su naturaleza divina reemplazaba al alma. Pero vamos a ahondar en la controversia que llevó a la Iglesia a dar el título de “Theotokos” a la Santísima Virgen María.
La controversia con Nestorio
En el siglo V surgió un patriarca en Constantinopla llamado Nestorio, el cual enseñaba que en Jesúscristo había una persona por cada naturaleza, es decir, que habría dos personas, y por tanto la Virgen sólo sería madre de la persona humana, pero entendiendo que era Cristo el hombre el que estaba unido al Verbo, “de donde se seguía que [el Verbo] se había unido al hombre pero no se había hecho hombre[13]”. De esto se desprende que María no sería la madre de Dios sino la madre de Cristo, algo muy similar a lo que enseñan los grupos neocristianos hoy día, como quien dice, desempolvan una herejía ya condenada por la Iglesia en el siglo V.
De las graves consecuencias de las afirmaciones de Nestorio, Ludwig Ott en su manual de Teología nos expone:
“Las propiedades humanas (nacimiento, pasión, muerte) tan sólo se pueden predicar del hombre Cristo; las propiedades divinas (creación, omnipotencia, eternidad) únicamente se pueden enunciar del Logos-Dios (se niega, por tanto, la comunicación de idiomas).
En consecuencia, no es posible dar a María el título de «Madre de Dios» (Theotokos) que se le venía concediendo habitualmente desde Orígenes. Ella no es más que «Madre del hombre» (antropotokos) o «Madre de Cristo» (xristotokos).”[14].
Esta herejía empezó a propagarse y llegó a los oídos del Patriarca de Alejandría, San Cirilo, quien fue el gran defensor de la ortodoxia y condenó a Nestorio en el Concilio de Efeso en el año 431 d.C.
En una carta previa de San Cirilo podemos leer:
“Me admiro de cómo se puede poner en duda, si la Santa Virgen debe llamarse Madre de Dios, porque si Nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿Cómo la Santa Virgen no ha de ser madre de Dios? Esta es la fe que los Apóstoles nos han enseñado aunque no usaron de esta palabra: puede ser que digas: ¿Acaso la Virgen es madre de la Divinidad? Respondemos que siendo madre del hombre unido personalmente con el Verbo, debe llamarse madre de Dios aunque no sea madre de la divinidad”[15]
El Concilio sesionó y Nestorio fue condenado. En el Concilio se leyó una de las cartas de San Cirilo y se dejó el siguiente texto que explica muy bien la enseñanza de la Iglesia:
“Pues, no decimos que la naturaleza del Verbo, transformada, se hizo carne; pero tampoco que se trasmutó en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; sino, más bien, que habiendo unido consigo el Verbo, según hipóstasis o persona, la carne animada de alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo del hombre, no por sola voluntad o complacencia, pero tampoco por la asunción de la persona sola, y que las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero que de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia de las naturalezas se destruyera por la unión, sino porque la divinidad y la humanidad constituyen más bien para nosotros un solo Señor y Cristo e Hijo por la concurrencia inefable y misteriosa en la unidad… Porque no nació primeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre El el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento”[16]
Para tratar de explicar en forma sencilla la sentencia del Concilio tenemos:
· El Verbo asumió la naturaleza humana. Asumirla significa que fue Dios quien se hizo hombre, por voluntad divina
· Las dos naturalezas se juntan en verdadera unidad. Quiere decir que no se mezclaron, ni se confundieron, ni que al una asumir la otra la aniquiló, sino que están en verdadera unidad.
· En esa unidad de naturalezas subsiste un solo Cristo. Porque no hay dos personas sino una sola.
· Aunque sea una persona, la diferencia de naturalezas no se destruye. Cristo es Dios y hombre verdadero que mantiene íntegras ambas naturalezas,
· Se constituye UN SOLO SEÑOR. Ese Señor es el que nació de la Virgen María.
Una doctrina que ya venía siendo enseñada
El fundamento de esta doctrina además de la base bíblica ya mencionada, fue encontrando respaldo en los Padres de la Iglesia desde el siglo II. Algunos ejemplos son:
Nuestro Dios Jesucristo nació de María en su vientre maternal (San Ignacio de Antioquía, carta a los Efesios, siglo II)
La cita si bien no usa el término “madre de Dios”, sí nos dice que nuestro Dios Jesucristo nació de María. La precisión “Jesucristo” es importante para delimitar la maternidad no a la Trinidad entera sino a la segunda persona solamente.
Siguiendo a Cerbelaud (2005) podremos ir recorriendo las primeras referencias al término. Se alude la primera de ellas a Orígenes, que aunque en sus obras existentes no se da, es mencionado por Sócrates, escritor del siglo V, que menciona que Orígenes en su “Comentario a la Carta a los Romanos[17]
Luego aparece con Pedro de Alejandría, siglo IV, pero Cerbalaud duda debido a que usa un léxico muy postniceno o calcedónico:
… el demiurgo y soberano de toda la creación visible e invisible, el Hijo monogénito, el Verbo coeterno con el Padre y el Espíritu Santo, consustancial a ellos en la divinidad, nuestro Señor y Dios Jesucristo, engendrado al final de los tiempos según la carne de nuestra santa, gloriosa y soberana, la Theotokos y siempre virgen, y en verdad Theotokos, María”(De Pasch. Ad Tric., Grafa. 7)[18]
Pero la primera referencia testimonial comprobable es la del sucesor de Pedro, Alejandro de Alejandría, quien también en el siglo IV la usa, aunque la evidencia se tiene en la obra de su historiador, Teodoreto:
«Por eso conocemos la resurrección de los muertos, cuya primicia vino a ser nuestro Señor Jesucristo, que tuvo de verdad y no solo en apariencia un cuerpo nacido de María la Teothokos» (Alejandro de Alejandría, Epist. Ad. Alex Thes, 12)[19]
Y luego continúa Cerbelaud afirmando que la expresión sería usada por otros padres como Atanasio, Eusebio de Cesarea, los padres Capadocios y otros del siglo IV. Esto es muy importante porque no fue un “invento” del Concilio de Efeso.
Otras citas a mencionar anteriores a Efeso son:
¿Qué más noble que la Madre de Dios? ¿Qué más espléndido que aquella a quien ha elegido el esplendor? ¿Qué más casto que la que ha engendrado el cuerpo sin mancha corporal? ¿Y qué decir de sus otras virtudes? Ella era virgen, no sólo de cuerpo, sino también de espíritu (San Ambrosio, De virginibus, siglo IV)
Santísima Señora, Madre de Dios, Vos que sois la más pura de alma y cuerpo, que vivís más allá de toda pureza, de toda castidad, de toda virginidad; la única morada de toda la gracia del Espíritu Santo (San Efrén, siglo IV)
Y no podemos finalizar sin mencionar la oración más antigua encontrada, conocida como Sub tuum praesidium, hallada en papiros en 1917 y publicada en 1938 en el Catálogo de la Papiros griego al latín en la Biblioteca John Rylands, III: Teológica y textos literarios, Manchester 1938, pp. 46-47 (vd. A. Calderini, en Aegyptus, 18 [1938], p. 349)[20]. El texto afirma:
Bajo vuestra protección nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desatiendas nuestras súplicas en nuestras necesidades, más líbranos siempre de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita (Sub tuum praesidium, siglo III)
La celebración litúrgica
Hoy día la solemnidad de la Maternidad Divina de María se celebra el 1 de enero, dentro de lo que se conoce como la “octava de Navdad”, es decir, la semana posterior al 25 de diciembre.
Será en los calendarios gregoriano y romano del siglo VII donde se le dé un fuerte enfásis mariano a la octava de Navidad, pero será en 1751 cuando el Papa Benedicto XIV permita a las Iglesias celebrar la maternidad el primer domingo de mayo. Ya para 1914 se celebra el 11 de octubre, y será el Papa Pio XI quien la universalice en 1931. La fecha de 11 de octubre era en honor a que ese día se proclamó el dogma en el Concilio de Efeso.
Posteriormente, luego del Concilio Vaticano II se dejó como fecha el 1 de enero para esta celebración. En la Constitución Lumen Gentium nos dejan unas bellas palabras que hacen referencia a Efeso y distinguen el culto a Dios del culto a la Virgen:
“A partir del Concilio de Efeso, ha crecido maravillosamente el culto del Pueblo de Dios hacia María en veneración y en amor, en la invocación e imitación, de acuerdo con sus proféticas palabras: «Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi maravillas el Poderoso» (Lc 1, 48-49). Este culto, tal como existió siempre en la Iglesia., a pesar de ser enteramente singular, se distingue esencialmente del culto de adoración tributado al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, y lo favorece eficazmente, ya que las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios que la Iglesia ha venido aprobando dentro de los límites de la doctrina sana y ortodoxa, de acuerdo con las condiciones de tiempos y lugares y teniendo en cuenta el temperamento y manera de ser de los fieles, hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo, por razón del cual son todas las cosas (cf. Col 1, 15-16) y en el que plugo al Padre eterno «que habitase toda la plenitud» (Col 1,19), sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos.
[1] Papa Paulo VI. Marialis Cultus, 25
[2] MÜLLER, Gerhard. Doh
[3] IV Concilio de Letrán, 428. Dezinger.
[4] http://miespadaeslabiblia.com/542/maria-la-madre-de-dios-que-dice-la-biblia
[5] San Juan Pablo II. MENSAJE DEL SANTO PADRE CON OCASIÓN DE LA XIV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD, 1999
[6] http://miespadaeslabiblia.com/542/maria-la-madre-de-dios-que-dice-la-biblia
[7] San Juan Pablo II, Audiencia General del 27 de noviembre de 1996
[8] CEC 366
[9] OTT, Ludwig. Manual de Teología, Libro tercero, 224.
[10] http://ec.aciprensa.com/wiki/Unión_Hipostática
[11] CEC, 466
[12] Benedicto XVI. Homilía en Vísperas de la solemnidad de María como madre de Dios, 31-12-2006
[13] ALLETZ, Pons. Diccionario portátil de los Concilios. Pág. 314.
[14] OTT, Ludwig. Manual de Teología, Libro tercero, Capítulo tercero, 11.
[15] ALLETZ, Pons. Diccionario portátil de los Concilios. Pág. 316
[16] Dezinger, D-111 a.
[17] CERBELAUD, Dominique. María: Un itinerario dogmático. Pag. 85
[18] Ib
[19] Ib
[20] https://letterepaoline.net/2009/11/03/«sub-tuum-praesidium»/