EL SACRAMENTO DE LA CONFESION
De los sacramentos más atacados por no católicos, menos valorado por católicos y más dañinos al demonio, es el sacramento de la Confesión. Este sacramento por el cual Dios nos devuelve a la vida de Gracia, es un regalo del Cielo para poder enderezar el camino y retomar nuevamente el sendero del bien. No es extraño pues, ver como cada día los valores de esta sociedad se van perdiendo, aparece como “normal” toda clase de aberraciones, y es mayor el número de personas que se pierden en toda clase de vicios. Y esto no es sólo en círculos no católicos, incluso, entre quienes se llaman católicos practicantes hay una deserción tremenda de este sacramento[1]; algunos por cuestionar posturas de la Iglesia, otros influenciados por los casos de escándalos destapados y algunos más por considerarse puros y santos.
El siguiente artículo busca entregar los argumentos bíblicos, doctrinales y teológicos sobre este sacramento y su importancia dentro de la vida de todo cristiano.
Desmitificando los ataques
Para poder analizar este sacramento de manera objetiva, abiertos a la gracia de Dios, se debe primero romper una barrera creada por los no católicos, en especial, protestantes:
¿Qué se logró en el Concilio de Letrán de 1.215?
Uno de los ataques más comunes contra el Sacramento de la Confesión es que fue “inventado” en el siglo XIII, más exactamente en el Concilio de Letrán; pero revisando textualmente los documentos del Concilio observamos lo siguiente:
Cap. 21. Del deber de la confesión, de no revelarla el sacerdote y de comulgar por lo menos en Pascua
D-437 Todo fiel de uno u otro sexo, después que hubiere llegado a los años de discreción, confiese fielmente él solo por lo menos una vez al año todos sus pecados al propio sacerdote, y procure cumplir según sus fuerzas la penitencia que le impusiere[2]
De esta forma, el Concilio NO inventa la Confesión, simplemente promulga que todo católico a la edad adecuada se confiese “por lo menos” una vez al año.
Otro ataque que se encuentra por parte de no católicos, es que la confesión auricular con el confesor es proveniente del paganismo, al respecto encontramos[3]:[4]
“En algunos cultos de misterios se le comentaban las culpas al sacerdote como representante de la divinidad, para liberarse así de las consecuencias”, escribe Karlheinz Deschner en su obra Der gefälschte Glaube [El Credo falsificado] (pág. 114).
Este tipo de ataques, expuestos por un acérrimo enemigo de la Iglesia Católica, utiliza una argumentación yo diría, de regla de tres. Si una práctica legítima es igual a una falsa más antigua, la nueva es falsa también. Apliquemos su argumento para considerar pagano el origen de la confesión: en el Antiguo Testamento observamos en el Levítico los holocaustos que se ofrecían a Dios:
“Di a los israelitas: Cuando alguno de ustedes presente al Señor una ofrenda de ganado, podrá ofrecer animales del ganado mayor o menor.
Si su ofrenda es un holocausto de ganado mayor, deberá presentar un animal macho y sin ningún defecto. Lo llevará a la entrada de la Carpa del Encuentro, para que sea aceptado por el Señor,
e impondrá su mano sobre la cabeza de la víctima. Así esta le será aceptada y le servirá de expiación.
Luego inmolará el novillo en la presencia del Señor, y los hijos de Aarón, los sacerdotes, ofrecerán la sangre y la derramarán sobre todos los costados del altar que está a la entrada de la Carpa del Encuentro.
El oferente desollará la víctima para el holocausto y la dividirá en pedazos.
Entonces los hijos del sacerdote Aarón encenderán fuego en el altar, pondrán leña sobre el fuego y dispondrán los pedazos sobre el fuego y dispondrán los pedazos sobre la leña encendida que está sobre el altar, incluidas la cabeza y la grasa.
y dispondrán los pedazos sobre la leña encendida que está sobre el altar, incluidas la cabeza y la grasa. (Lev 1, 2-8)
¿Esta práctica de ofrecer sacrificios animales a Dios es propia de Israel, o existía desde antes? Revisando bibliografía del tema nos damos cuenta que desde muy antiguo, existe esta práctica, por ejemplo en una página no religiosa sobre sicología exponen:
Los animales ofrecidos en sacrificio eran consumidos a la vez por el dios y por sus adoradores y únicamente las ofrendas vegetales se reservaban al dios, sin participación del hombre. Es indudable que los sacrificios de animales son los más antiguos y fueron al principio únicos. La ofrenda de vegetales tuvo como fuente la de las primicias de todos los frutos, y representaba un tributo pagado al dueño del suelo. Pero los sacrificios de animales son anteriores a la agricultura.[5]
Aún no he visto a algún cristiano no católico llamar paganas las celebraciones expuestas en el Antiguo Testamento por el hecho que culturas más antiguas las tuvieran antes. Pero en el caso de la Iglesia Católica no descansan en rebuscar toda clase de conexiones más por un ataque subjetivo que por otra cosa.
Pero continuando con la exposición de origen pagano a la confesión de pecados, veamos lo que otra estudio de Sicología plantea sobre la historia de la Confesión mucho antes de aparecer ella:
El cristianismo primitivo, por su parte, es una religión salvífica y confesional que exige el autoexamen para detectar las tentaciones, los deseos y las culpas, a fin de admitirlas y purificarse. Foucault (1990) subraya cómo en ese contexto prosperaron dos técnicas de descubrimiento del yo herederas de las estoicas e inmediatamente anteriores a la confesión: el reconocimiento del hecho (exomologesis), como revelación del yo, y la exagouresis, como renuncia al yo. La primera consistía en reconocerse públicamente como pecador y penitente, siguiendo ciertas normas de humildad y renuncia referentes al atuendo y la conducta. La exagouresis prospera en los monasterios y se basa en la obediencia (que anula la autonomía individual) y la contemplación. Consiste en el escrutinio constante de los pensamientos para evitar aquéllos que no se dirigen a Dios. Esta técnica requiere además informar de todos los pensamientos al director espiritual y obedecerle. En el umbral de la confesión, esto supone una identificación entre lo oculto (lo no verbalizado) y lo pecaminoso[6].
De esta forma, el reconocer algo de manera pública existe mucho antes del Cristianismo, pero antes de acusar de ser una infiltración pagana, se debe analizar dentro del marco de la búsqueda del propio yo personal, tanto que este estudio enmarca estas técnicas como anteriores a la Confesión como tal. Más adelante nos mostrará, sin ser una obra de rigor histórico-teológico, por lo que es errada la tardía fecha que arroja, muestra que esta práctica era común en el Cristianismo mucho antes del Concilio de Letrán:
La confesión, como necesidad de reconocer el pecado para obtener el perdón divino, fue una práctica común entre los cristianos desde principios del siglo V, pero su edad dorada comienza gracias a su obligatoriedad anual decretada por el Concilio de Letrán en 1215, y se prolonga hasta el siglo XVIII.[7]
Así que dejando de lado los prejuicios sin base histórica, entremos a analizar como fue el desarrollo del perdón de pecados en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.
El pecado ante el plan de Salvación
El pecado es una dolorosa realidad en nosotros que hasta el mismo San Juan declara: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (1 Jn 1, 10).
El pecado es la posibilidad que tiene la creatura racional de desviarse del camino que la reconduce a su fin último.[8] Es el rechazo a Dios y a su gracia, de manera libre y consciente, por lo que su efecto nos deja fuera de su Reino. En palabras del Catecismo de la Iglesia:
El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna” (San Agustín,Contra Faustum manichaeum,22, 27; San Tomás de Aquino,Summa theologiae, 1-2, q. 71, a. 6)
El pecado no procede de un acto de Dios, sino del actuar libre del hombre. El hombre no fue creado para pecar, pero tiene la libertad de rechazar la gracia de Dios que lo mueve a obrar el bien. Una vez caído, ya el hombre no puede por sus propios medios volver a recuperar el estado de santidad y justicia original con que fue creado, dejando en su alma una herida llamada “concupiscencia”, o inclinación al mal.
La Sagrada Escritura nos ilustra de diversas maneras esta realidad a la que ha llegado el hombre como consecuencia de sus actos libres y el castigo merecido:
Y el Señor Dios dijo a la mujer: «Multiplicaré los sufrimientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor. Sentirás atracción por tu marido, y él te dominará».
Y dijo al hombre: «Porque hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol que yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu culpa. Con fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de tu vida. Él te producirá cardos y espinas y comerás la hierba del campo.
Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!». (Gen 3, 16-19)
La Torá desarrolló toda una reglamentación de leyes sobre el pecado, consecuencias y causas. El hombre es consciente de esta realidad y sobre todo la tiene enmarcada como rompimiento de las Alianzas que Dios ha deseado en su inmenso amor hacer con él: con Abraham, con Moisés, con David. Va más allá, el pecado incluso castiga al israelita cuando atenta contra el extranjero, la viuda y el huérfano, siendo algo que vuelve universal la responsabilidad del hombre sobre sus actos, aun cuando sea del pueblo escogido.
Dentro de los libros de la Torá, podremos ver:
· En Exodo por ejemplo, la enumeración del Decálogo: Ex 20, estilo de ley apodíctica con la negación de la acción (No matarás); o encontramos del estilo causístico, como por ejemplo: Si un buey embiste a un hombre o a una mujer, y estos mueren, el buey será matado a pedradas y no se comerá su carne; el dueño del buey, en cambio, estará libre de culpa. (Ex 21, 28), donde hay un castigo si se cumple una causal.
Los primeros (10 mandamientos) son Ley natural, puesta por Dios en el corazón del hombre (Rom 2, 14) y por tanto son Ley Universal, y Cristo mismo determina la entrada al Cielo por el cumplimiento de ellos (Lc 18, 18-23)
· En el Levítico por ejemplo, ya encontramos las celebraciones que los judíos empleaban para realizar sacrificios. Entre estos tenemos varios:
Libres
a) Holocaustos: Significa todo consumido. Podía ser de ganado menor o mayor. (Lev 1, 1-17)
b) Oblación: Significa ofrenda. Se hacía con harina. (Lev 2, 1-16)
c) Sacrificio de comunión: Se ofrecía en el desierto (Lev 3, 1-17)
Estos sacrificios eran voluntarios
Obligatorios
– Sacrificio por el pecado: (Lev 4, 1-5)
– Sacrificio por la culpa: (Lev 5, 14 ; 6, 1)
Estos sacrificios se celebraban para pedir perdón por los pecados cometidos. ¿Quién daba el perdón? Dios.
¿A través de quién? Del sacerdote.
¿Por medio de? El sacrificio de animales y derramamiento de sangre.
Esta es la realidad que vive Israel en el Antiguo Testamento. Si bien, este ritual sólo era una figura, un símbolo de una realidad celestial mayor, lograba ser el medio a través del cual Dios perdonaba los pecados, eso lo expresa claramente Hebreos:
Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados;y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza.
Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por los pecados propios igual que por los del pueblo.Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón.(Heb 5, 1-4)
En este ministerio tan imperfecto del Antiguo Testamento podemos encontrar que:
– El sacerdote está puesto en favor de los hombres
– Es llamado por Dios
– Ofrece sacrificios de animales
– Es pecador igual que los demás
Pero es importante detenernos un poco más en la Carta a los Hebreos, porque nos ayuda a entender bien esta misión y su prefiguración para el Nuevo Testamento:
Además, aquellos sacerdotes fueron muchos, porque la muerte les impedía perdurar.
Pero éste posee un sacerdocio perpetuo, porque permanece para siempre.
De ahí que pueda también salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor.
Así es el Sumo Sacerdote que nos convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos, que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados propios como aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo: y esto lo realizó de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
Es que la Ley instituye Sumos Sacerdotes a hombres frágiles: pero la palabra del juramento, posterior a la Ley, hace al Hijo perfecto para siempre. (Heb 7, 23-28)
De esta manera, la diferencia que la Carta expresa es sobre el origen del Sacerdocio de Cristo, quien no viniendo de Aarón, tiene un Sacerdocio perfecto (Heb 7, 17). Donde muchos se confunden es sobre LA FUENTE para aplicar el perdón de los pecados. Mientras los sacerdotes del Antiguo Testamento quemaban animales como ofrenda y rociaban con su sangre el altar, Cristo mismo se hade ofrenda y es a través de este sacrificio que se nos concede el perdón de los pecados. La sangre de esos animales era símbolo por eso no servía, pero la sangre de Cristo tiene méritos infinitos (1 Pe 1, 2). Sucede es que esa redención que brota de Cristo se aplica a través de su Cuerpo Místico, de esta manera tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es Dios quien perdona los pecados, sólo que ahora la sangre de Cristo es suficiente como fuente redentora, por lo que no tiene que volver a morir en la Cruz (Heb 9, 25-26), sino que de esa única fuente Dios nos concede el perdón a través de su Iglesia. Un sacerdote no necesita que Cristo muera de nuevo para dar el perdón que viene de Dios, sino que de su UNICA muerte brota el perdón cada vez que pecamos y nos arrepentimos con sincero corazón.
Pero podría objetar alguno que si bien, el sacerdote pedía por los pecados del pueblo, los pecadores no iban y le confesaban directamente sus pecados a él. Ante este argumento podemos encontrar lo siguiente:
David y Natán:
Cuando David mandó a matar a Urías, Natán le reprocha su pecado al rey y éste respondió:
David dijo a Natán: «¡He pecado contra el Señor!». Natán le respondió: «El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado:no morirás. (2 Sam 12, 13)
Esta respuesta de Natán, demuestra como Dios perdona a David, pero este lo sabe por boca del profeta, pues Dios le ha dado la autoridad a Natán para transmitir ese mensaje.
Para la confesión, el sacerdote es quien transmite el perdón de Dios, no el quien perdona como hombre. Vemos en este ejemplo: al pecador confesando su pecado delante del profeta y al profeta transmitiendo el perdón de Dios.
Pero analizando directamente el sacrificio por el pecado encontramos que el sacerdote debía conocer bien cuál era el pecado que confesaba para determinar el tipo de sacrificio:
Si toda la comunidad de Israel peca por inadvertencia, haciendo cualquiera de las cosas prohibidas por los mandamientos de Yahveh, haciéndose así culpable, quedando el hecho oculto a los ojos de la asamblea; en cuanto llegue a saberse el pecado cometido en ella, la asamblea ofrecerá un novillo en sacrificio por el pecado. Lo llevarán ante la Tienda del Encuentro (Lev 4, 13-14)
Si uno cualquiera del pueblo de la tierra peca por inadvertencia haciendo algo prohibido por los mandamientos de Yahveh, haciéndose así culpable; si se le advierte del pecado cometido, presentará como ofrenda por el pecado cometido una cabra sin defecto. (Lev 4, 27-28)
Los judíos no aceptaban que Cristo perdonara pecados
Lo que hoy se vive con los no católicos ya se vivió hace mucho. Frases como: – y ¿quién dijo que ese sacerdote pecador puede perdonar pecados? – En la Biblia eso no se lee, demuestran que estas acusaciones no han cesado. Cristo vivió lo mismo cuando estuvo entre nosotros, pues los judíos no aceptaban que él perdonara pecados; cuantas veces no hemos oído en no católicos cuando les hablamos de la Confesión:«¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?» (Mc 2, 7)
Los judíos tenían claro que solo Yahvé perdonaba los pecados, aun cuando el Sacerdote ofreciera los sacrificios de animales, sabían que era Dios quien perdonaba. De este modo no podían aceptar que apareciera alguien “perdonando pecados, pero sucede que ellos no sabía que Cristo tenía esa autoridad. Así sucede hoy día, muchos no saben que Cristo delegó esa autoridad a sus Apóstoles como veremos más adelante.
¿Cristo delegó autoridad?
Uno de los puntos que nos permite ubicar el sacramento de la Confesión es sobre la autoridad que Cristo delega a su Iglesia. ¿Si Cristo tiene la autoridad suprema para qué necesita delegarla? Esta pregunta nos ayuda a confrontar ese argumento que vuelve excluyente a Cristo y no hace participante a la Iglesia.
El que a ustedes escucha, a mí me escucha
El que los escucha a ustedes,me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió» (Lc 10, 16)
Cristo nos enseña que la predicación apostólica está contenida en la predicación de Cristo, y que quien escucha a un apóstol es como si escuchara a Cristo. Esta cita es clave dentro de la Confesión, porque cuando el perdón es administrado por el sacerdote, es Cristo quien lo está dando. Recibir el perdón a través de un sacerdote, es recibirlo de Cristo como fuente. Haciendo un paralelo es como si ese sacerdote, por estar unido a Cristo a través del Ministerio sacerdotal puede administrar ese UNICO PERDON que brota de la UNICA REDENCION de Cristo en la Cruz.
Pero es interesante ver a quien le dijo Cristo esas palabras: a hombres pecadores, imperfectos, y con debilidades. Cristo es consciente que sus Apóstoles eran seres humanos imperfectos, más aun así, por la gracia conferida, escucharlos a ellos es escuchar a Cristo. Y yendo más allá, San Pablo perseguía a hombres pecadores, imperfectos, pero que estaban unidos a Cristo por el Bautismo y la fe, y por eso, Cristo le dice a San Pablo que lo persigue es a él (Hch 9, 5).
Lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. (Mt 18, 18)
Esta cita, que es usada muchas veces para refutarnos que sólo Pedro pueda atar y desatar, hace notar que los protestantes la entienden referida a los Apóstoles. El atar y desatar se entiende como el nivel de autoridad que tienen los Apóstoles, pues la expresión es rabínica. Procede de la función judicial, que puede mandar a prisión y dejar libre. Los rabinos la aplicaron a la explicación de la Ley con el sentido de declarar algo permitido o no permitido[9]. Lo importante que se resalta es el “respaldo” que recibe la Iglesia sobre lo que declare, esto indica que Dios les ha delegado “autoridad” para actuar en nombre de Dios.
Estas citas nos ayudarán a entender la más importante y a la vez polémica para los no católicos, por la diversidad de teorías que exponen para evitar la realidad.
Veamos primero las objeciones protestantes antes de analizar esta cita aplicada a la Confesión[10]:
a) El Nuevo Testamento no enseña que debe haber sacerdotes en el Nuevo Pacto. En su lugar, el Nuevo Testamento enseña que todos los creyentes son sacerdotes. 1 Pedro 2:5-9 describe a los creyentes como “real sacerdocio” y “nación santa”. Apocalipsis 1:6 y 5:10, ambos describen a los creyentes como “reyes y sacerdotes”
Esta cita en nada nos refuta por dos razones:
– El término sacerdote que usamos hoy día, es el equivalente al presbítero bíblico. Este nombre de presbítero (anciano) ha pasado a significar dentro del cristianismo el ministro del servicio Divino, el sacerdote.[11] Es un artificio decir que en el NT no hay sacerdote, solo por un argumento lingüístico, pues las funciones de los presbíteros en la Biblia son las de los sacerdotes hoy día.
– El que nosotros seamos nación sacerdotal no atenta contra el sacerdocio ministerial. La Iglesia Católica enseña que: ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo» (LG 10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden.[12]
b) Cuando se trata de la confesión de pecados, en 1 Juan 1:9 es dicho a los creyentes que confiesen sus pecados a Dios. Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, si se los confesamos a Él. Santiago 5:16 habla de confesar nuestras transgresiones “unos a otros”. Pero esto no es lo mismo que confesar los pecados a un sacerdote, como lo ensaña la Iglesia Católica Romana.
Revisando la cita mencionada: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad (1 Jn 1, 9) no alude a como se da esa confesión, porque desde la óptica católica esta cita en nada refuta el sacramento ya que Dios es quien nos perdona los pecados. Es algo que se entiende perfectamente en el Catecismo de la Iglesia: 1441 Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: «El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra» (Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: «Tus pecados están perdonados» (Mc 2,5; Lc 7,48).
Está en el Catecismo, no lo escondemos, no lo negamos: SOLO DIOS PERDONA LOS PECADOS, pero no se lee en 1 Jn 1, 9 que eso implique exclusión de un sacerdote y luego veremos por qué.
A quienes perdonen sus pecados
El Evangelio de San Juan nos presenta una cita determinante, la cual colocaremos en la versión católica:
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes»
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan». (Jn 20, 21-23)
Aquí se observan varias cosas:
1) El envío de Cristo a sus apóstoles es como el envío del Padre a Cristo. Cristo vino a hacer la voluntad del Padre, y de ese modo los Apóstoles en su ministerio hacen la voluntad de Dios. De esta forma no es algo arbitrario, el ejercer el perdón de los pecados dentro de su ministerio sacerdotal.
2) La entrega del Espíritu Santo. Aun cuando en Pentecostés descenderá el Espíritu Santo, Cristo acá sopla aliento de vida, sopla al Paráclito, así como el Padre sopló aliento de vida sobre el hombre (Gen 2, 7)
3) El perdón o retención de pecados, lo cual se da por ser un mandato de Cristo y contar con la presencia del Espíritu Santo.
Sobre esta cita es en donde más son creativos los protestantes, todo para buscar una interpretación que se acomode a ellos. Entre los argumentos que usan para negar la Confesión en esta cita son:
a) Juan 20:23 en ninguna parte menciona la confesión de pecados.
El primer punto es que en esta cita no se establece como requisito la confesión de pecados. Para los protestantes esta cita probaría la telepatía en los apóstoles, pues para que ellos puedan retener o remitir pecados (para usar su lenguaje) sin que sean confesados por los pecadores es porque pueden leer su mente. Este argumento raya en lo rebuscado pues, tampoco dice si tiene que ser de día o de noche. Es obvio que los cristianos debían confesar sus pecados, lo vimos en (1 Jn 1, 9), además de verlo en el NT en:
La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. (Mt 3, 5-6)
Muchos de los que habían abrazado la fe venían a confesar abiertamente sus prácticas, y un buen número de los que se habían dedicado a la magia traían sus libros y los quemaban delante de todos. Se estimó que el valor de estos libros alcanzaba a unas cincuenta mil monedas de plata. (Hch 19, 18-19)
La primera cita sólo se usa para mostrar que la confesión ante otro, de las faltas cometidas, no es algo ajeno en el lenguaje bíblico. Y en la segunda ya vamos viendo el desarrollo de la práctica. Si bien no vemos a nadie perdonando pecados aquí, si vemos que mienten los protestantes cuando alegan que solo se le confiesan los pecados solo a Dios.
b) Juan 20:23 en ninguna parte promete, o aún sugiere, que la autoridad de perdonar pecados pasaría a los sucesores de los apóstoles. La promesa de Jesús era específicamente dirigida a los apóstoles.
Este argumento es extraño. Por un lado reconoce que los Apóstoles si recibieron la potestad de perdonar pecado, pero alega que no menciona que sería transmitida. Pongamos otro ejemplo para ver el absurdo protestante. Veamos:
«Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo». (Mt 28, 19-20)
¿A quién manda a bautizar Cristo? A los Apóstoles
¿Cristo dijo que ese mandato de bautizar a las naciones pasaría a sus sucesores? NO.
Entonces ¿por qué bautizan los pastores protestantes? Si el punto sobre Jn 20, 23 es que Cristo no dijo que la autoridad pasaría a sucesores, acá tampoco lo dice. Así, ¿con qué autoridad bautiza un pastor si Cristo no la dio?
Otra pregunta: ¿Qué sentido tenía que Cristo solo diera esa autoridad a los Apóstoles si en algún momento debían morir?
Pero es más curioso cuando leemos al tan refutado Daniel Sapia decir:
Los apóstoles nunca pretendieron poseer el poder del cual se vanagloria el clero; en el Nuevo Testamento nunca los vemos perdonar pecados a nadie, o dicho de otra manera, no existe ningún registro en la Palabra de Dios sobre el relato de algún apóstol absolviendo la pena del pecado a ningún cristiano. Ellos (los apóstoles) mandan al pecador directamente a Dios para que por los méritos de Su Hijo reciban el perdón.[13]
Sorprende este nivel de argumentación de un llamado apologista protestante:
– Gratis acusa de vanagloria al clero por su ministerio sacerdotal
– En el Nuevo Testamento yo tampoco veo a ningún apóstol casando a ninguna pareja, ¿debo deducir que entonces ellos no casaban o nadie les pedía bendición matrimonial?
– La Iglesia manda al pecador ante Dios. El Sacramento requiere inicialmente: examen de conciencia ante Dios (, arrepentimiento ante Dios, propósito de no volver a pecar ante Dios. ¿Entonces de donde sale esa acusación gratuita?
c) En ninguna parte del Nuevo Testamento se declara que los apóstoles tendrían herederos de su autoridad apostólica
Para responder este punto, los invitamos a leer el estudio sobre la Sucesión Apostólica.
Regresando a la cita de Jn 20, 23 es interesante que Cristo mencione que la sentencia de perdón o retención se ratifica es con la pronunciación de los Apóstoles. Es decir, es necesaria la proclamación de los Apóstoles para que el pecado sea perdonado; dicho de otra forma, si los Apóstoles no ejercen el perdón recibido de Cristo, los pecados no son perdonados. Esto muestra que no bastaba sólo con pedirle perdón a Dios, lo cual es un requisito indispensable en el Sacramento, era necesario confesarlo a un Apóstol para que fuera perdonado.
Volviendo a leer a Sapia, expresa:
Se fundan para defender esta tesis en las palabras de Cristo a sus apóstoles en Juan 20:23: «A quien remitiereis los pecados, les son remitidos; a quien los retuviereis, les serán retenidos». Pero es fácil notar que estas palabras no otorgan a los sacerdotes poder alguno de perdonar:
Las mismas palabras las dijo Jesús a todos los cristianos (Mt. 18:15-18)
Falso. Mateo 18, 15-18 se refiere a la corrección o exhortación que debemos tener como hermanos en la fe, no se refiere a perdón de nada. Y es absurdo decir que las palabras dadas en Jn 20, 23 son las mismas de (Mt 18, 15-18) cualquiera puede leer ambas y notar la diferencia.
Además, cuando se presenta a este hermano ante la Iglesia se puede considerar pagano, precisamente porque lo que la Iglesia ata por la autoridad recibida queda atado, no que cualquier cristiano puede andar atando o desatando.
Y ellas, por lo tanto, no pueden expresar una prerrogativa otorgada exclusivamente a una casta especial
El análisis del protestante sobre la cita de Jn es muy pobre, esto porque es obvio notar que si se ahonda más en la cita surgen preguntas que la exégesis protestante busca evitar responder. No es una casta especial, son los elegidos por Cristo y a su vez sus sucesores, a quien ellos mismos escogieron (incluido Matías).
Pero sí una autoridad concedida a todos los creyentes en Cristo para ejercer la disciplina en el seno de las congregaciones.
Esto no responde nada. A nadie más que a los Apóstoles le dijo Cristo en ese momento que lo que ellos perdonaran quedaría perdonado. Ese argumento de “declarar”, abrir” sería inútil si es Dios directamente con cada creyente, de ser así, ¿Qué aportaría una declaración que no influye o define el perdón que Dios otorgará? Por qué Dios sujetaría el perdón a la proclamación de los Apóstoles en ese sentido? Son cosas que los protestantes deben ver bien cómo responden para no salirse de su línea de argumentos.
Embajadores de Cristo
San Pablo nos muestra ya en firme el ejercicio de este ministerio apostólico. En su 2 Carta a los Corintios leemos:
El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.
Y todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con él por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. (2 Cor 5, 17-18)
La reconciliación de toda la humanidad con Dios se dio por la obra redentora de Cristo en la Cruz (Rom 5, 17-18). Se desprende de esta afirmación que la obra de Cristo lo es todo, entonces, ¿qué necesidad hay de un ministerio de la reconciliación entregado a hombres pecadores?
La Sagrada Escritura nos muestra que es Dios quien reconcilió consigo al mundo (Col 1, 19-20; Rom 5, 10-11) por la sangre de Cristo en la Cruz. Pero ¿Cómo entender estas palabras de San Pablo? El protestante JN Derby expresa:
Reconciliaos con Dios” (2.ª Corintios 5:18-20). Y particularmente el versículo 19: “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo.” El apóstolno diceque Diosestáen Cristo reconciliando… etc., sino que establece que el ministerio apostólico había tomado el lugar del ministerio personal de Cristo, quien fue hecho pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.[14]
Esta postura que parece católica muestra que el ministerio apostólico es el encargado ahora de administrar la Reconciliación ya dada por Cristo en la Cruz.
Curioso que sea San Pablo diciendo que el Señor le confió ese ministerio, cuando eso era supuestamente sólo para los doce Apóstoles.
Sigue San Pablo:
Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. (2 Cor 5, 19-20)
Varias cosas:
La primera frase no se entiende aislada sino en conexión con el verso anterior: Dios exhorta por intermedio de ellos porque les confió ese ministerio. Así, no es una autoridad inventada sino delegada.¿Dios exhortando a la humanidad a reconciliarse con él a través de hombres pecadores? Y muy claramente dice el texto que es DIOS MISMO. Esto está en total armonía con lo que enseña la Iglesia: Dios perdona los pecados por medio de sus ministros en virtud de la Redención única de Cristo.
Segundo, “déjense reconciliar con Dios” es una expresión que demuestra que el perdón no es algo arbitrario sino que debe proceder de un arrepentimiento genuino, que sólo Dios podrá saber si es cierto, y que para que sea eficaz la acción sacramental dependerá de la sinceridad del pecador para acogerse a la misericordia de Dios.
Confesaos unos a otros
Otro de los puntos protestantes para igualar la acción sacerdotal a la de cualquier cristiano es:
Y el cristiano puede solamente declarar al pecador arrepentido que si cree en Cristo, es perdonado.
Válido, estoy de acuerdo y lo comparto. Yo no puedo perdonarle pecados a nadie, sólo puedo exhortarlo a confiar en el Señor y transmitir lo que dice su Palabra: un corazón arrepentido Dios no lo desprecia; pero…. ¿es eso lo que Jesús quiso decir a los Apóstoles en Jn 20, 23? NO, es un rotundo NO. No podemos igualar la potestad ministerial apostólica a la de todos los cristianos.
La forma de expresar los protestantes la premisa, va buscando aterrizar en la cita de Santiago:
“Confiesen mutuamente sus pecados y oren los unos por los otros, para ser curados. La oración perseverante del justo es poderosa.” (Stg 5, 16)
De esta forma, ellos consideran que los cristianos debemos confesar nuestras faltas a los demás y que si esto es así, entonces no hay por qué exigir que sea con un sacerdote.
En internet leí: Un judío dijo en cierta ocasión: «yo envidio a los católicos. Yo, cuando peco, pido perdón a Dios, pero no estoy muy seguro de si he sido perdonado o no; en cambio, el católico, cuando se confiesa con su sacerdote, queda tan seguro del perdón, que esa paz no la he visto en ninguna otra religión de la tierra»[15].
Voy a citar un texto protestante para mostrar algo interesante sobre lo anterior[16], es tomado de un manual de formación evangélica, y al tocar la cita de Santiago, y su exclusión de justificar la Confesión católica, expresa:
Sin embargo, hay en la confesión, una virtud terapéutica indiscutible. En no pocos casos, produce una sensación más real de descarga, de liberación. Psicológicamente es una gran ayuda para que se llegue a sentir la realidad del perdón. En esta cuestión frecuentemente no basta saber; conviene también sentir. No olvidemos que lo más torturante de la culpa es precisamente el sentimiento que produce.
Si bien, el libro no afirma esto de la Confesión católica, sino de confesión de pecados entre cristianos, las razones que da aplican en ambas vías. Así, la Confesión que hacemos los católicos nos ayuda por las mismas razones que expone el protestante para lo que ellos entienden de la cita de Santiago.
Algunos textos cristianos de los primeros siglos
Ya para terminar este estudio sobre el Sacramento de la Confesión, colocaré un extracto de la obra de San Cipriano, en el siglo III:
Todas estas advertencias han sido despreciadas y menospreciadas, antes que su pecado sea expiado, antes de que la confesión de su crimen haya sido hecha, antes de que su conciencia haya sido purificada por el sacrificio y de la mano del sacerdote.[17]
Por otra parte, los que son mayores en la fe y mejores en su temor, a pesar de
no estar obligados por ningún crimen de sacrificio a los ídolos o de certificado, sin embargo, ya que incluso han pensado en tales cosas, por el dolor y la sencillez, confiesan esto mismo a los sacerdotes de Dios, y hacen la confesión de conciencia, puesto al margen de ellos la carga de sus mentes, y buscar la medicina saludable, incluso para heridas leves y moderados, a sabiendas de que está escrito: «Dios no puede ser burlado
Existen muchos más testimonios del Cristianismo Primitivo sobre la Confesión[18] que nos ayudarán a comprender que esto no es un invento tardío, sino la manifestación de la misericordia de Dios a través de la Iglesia de su Hijo.
[1] Según estadística de la Conferencia Episcopal Española, sólo el 15% de los católicos practicantes se confiesa.
[3] Página de DAS WEISSE PFERD, Alemania
[5] http://www.personalidad-online.com/psicologia/Freud/totem5d.asp
[6] Anuario de Sicología, Universidad de Barcelona: La confesión en la prehistoria de la psicología
José Carlos Loredo Narciandi UNED
[8] FUENTES, Miguel Angel. LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA TEOLOGÍA MORAL CATÓLICA. Pág 165.
[9] http://www.mercaba.org/DJN/A/atar__desatar.htm. Carlos de Villadepierna
[10] http://www.gotquestions.org/espanol/confesion-pecados-sacerdote.html
[11] http://ec.aciprensa.com/wiki/Sacerdote
[13] http://www.conocereislaverdad.org/Confesionauricular.htm
[14] http://www.lecturasbiblicas.org/EEPArticulo.ASP?ID=198
[15] http://www.churchforum.org/excusas-contra-confesion.htm
[16] MARTINEZ, José. Curso de formación teológica evangélica. Tomo 12, pág 75.
[18] http://www.apologeticacatolica.org/Sacramentos/SacramN01.html