Una de las muchas maneras con que Satanás intenta desvirtuar la Iglesia Católica es con el argumento que una vez muertos los Apóstoles, solo nos quedó la Biblia. Ese argumento es forma de justificar que no se necesita una Iglesia visible que nos transmita la enseñanza de Cristo, porque ya quedó en un libro inspirado, y que no se tenga asociar a ningún líder de alguna denominación religiosa con los Apóstoles.
Cuando empezamos a analizar esa argumentación protestante vemos que choca de frente con la enseñanza de Jesús. El mismo Señor dijo a los Apóstoles:
Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo». (Mt 29, 19-20)
Lo primero que observamos es que este mandato fue dado a los Apóstoles. ¿Podrían ellos cumplir este mandato de Cristo en lo que les quedaba de vida? No. Es imposible o absurdo creer que los Apóstoles lograrían durante su vida hacer que todos los pueblos fueran discípulos de Cristo porque:
a) No tenían los medios para llegar a todos los pueblos que en ese momento existían
b) En el transcurso de la historia irían apareciendo pueblos que no podrían haberlos conocido.
Más sin embargo, la orden de Jesús fue clara. Seguramente algún protestante objetaría que para eso entonces se tiene la Biblia, pero siendo estrictos en la orden de Cristo, él no dijo: Escriban mis enseñanzas, algo que podía dejarse en vida y luego irse copiando en manuscritos; Cristo dijo fue: Vayan y hagan que TODOS los pueblos sean mis discípulos.
Lo segundo que vemos es que Jesús le dio la orden fue a los once Apóstoles que quedan tras la muerte de Judas. El reemplazo de Judas por Matías se muestra en Hechos en algo que decide Pedro, como cabeza de los Apóstoles:
Uno de esos días, Pedro se puso de pie en medio de los hermanos —los que estaban reunidos eran alrededor de ciento veinte personas— y dijo:
«Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura en la que el Espíritu Santo, por boca de David, habla de Judas, que fue el jefe de los que apresaron a Jesús.Él era uno de los nuestros y había recibido su parte en nuestro ministerio.
Pero después de haber comprado un campo con el precio de su crimen, cayó de cabeza, y su cuerpo se abrió, dispersándose sus entrañas.
El hecho fue tan conocido por todos los habitantes de Jerusalén, que ese campo fue llamado en su idioma Hacéldama, que quiere decir: «Campo de sangre»
En el libro de los Salmos está escrito:
Que su casa quede desierta y nadie la habite. Y más adelante: Que otro ocupe su cargo.
Es necesario que uno de los que han estado en nuestra compañía durante todo el tiempo que el Señor Jesús permaneció con nosotros, desde el bautismo de Juan hasta el día de la ascensión, sea constituido junto con nosotros testigo de su resurrección». Se propusieron dos: José, llamado Barsabás, de sobrenombre el Justo, y Matías. Y oraron así: «Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de los dos elegiste para desempeñar el ministerio del apostolado, dejado por Judas al irse al lugar que le correspondía».
Echaron suertes, y la elección cayó sobre Matías, que fue agregado a los once Apóstoles. (Hch 1, 15-26)
Vemos varias cosas para analizar:
– La función de los Apóstoles es un ministerio, no es un simple reunir para llevar una razón o un trabajo puntual de evangelización, responde a un llamado específico del Señor para perpetuar su obra en este mundo todos los días hasta el fin del mundo”.
– Los Apóstoles son conscientes que el puesto de Judas debe ser ocupado, y ese puesto no se define porque los que están vivos son los que deseen incluirlo como un capricho. El Papa Benedicto XVI expresa que esa inclusión obedece a un mandato expreso del Señor[1]. Así mismo, San Pedro hace referencia a una profecía de la Sagrada Escritura para justificar reemplazarlo:
Que sean pocos sus días y que otro ocupe su cargo (Sal 109, 8)
De este modo observamos la conciencia clara que tienen los Apóstoles sobre su misión y sobre la falsedad que al ir muriendo cada uno sencillamente no se reemplazaba sus lugares.
– El requisito principal para escoger el reemplazo de Judas es que sea testigo de la Resurrección de Cristo, no podría ser columna de la Iglesia sin ser testigo de todo el obrar de Cristo. Y surge una pregunta: si Cristo dio la instrucción a los once antes de ascender, y a estos encomendó la misión, ¿para Matías de donde surgía su misión, si a él no se la dio Cristo? La respuesta es clara, porque los Apóstoles tenían potestad para instituir sucesores, de otro modo no se entendería que Matías ejerciera el ministerio apostólico al mismo grado que los once. Pedro mismo demuestra que es Cristo quien los elige: muéstranos a cuál de los dos elegiste para desempeñar el ministerio del apostolado, dejado por Judas al irse al lugar que le correspondía».
Podremos entonces analizar que hay varias funciones dadas a las once, que por la elección, Matías también recibió:
a) Interpretar las Escrituras
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras (Lc 24, 25)
En este pasaje, Cristo les abrió la mente y les dio la capacidad de interpretar las Escrituras, y esta capacidad se da por la asistencia del Espíritu Santo. En ese instante sólo fue a los once, pero si Matías ocupó el lugar de Judas es lógico pensar que también recibió posteriormente esa potestad. De este modo vemos como los Apóstoles, a la cabeza de Pedro, ejercían su ministerio apostólico.
b) Perdonar los pecados
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes!
Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
«Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan». (Jn 20, 21-23)
Si en la interpretación de las Escrituras no estaba Matías presente al momento de Cristo darles ese poder, al momento de darles potestad de perdonar pecados, tampoco estaba Tomas. Pero un así, ninguno dudaría que los doce tenían esa potestad.
De este modo, observamos como es falso querer darles una potestad solamente a aquellos que la recibieron de Jesús, como si ese mismo Jesús no hubiera prometido al Espíritu Santo de manera permanente con ellos, así como el mismo Cristo dijo que estaría todos los días hasta el fin del mundo.
Una de las páginas protestantes que cuestionan las doctrinas católicas expresa[2]:
Los católicos señalan que Matías fue elegido para reemplazar a Judas como el doceavo apóstol en Hechos capítulo 1 como un ejemplo de sucesión apostólica. Mientras que Matías ciertamente “sucedió” a Judas como un apóstol, esto no sienta un precedente para continuar la sucesión apostólica. La elección de Matías para reemplazar a Judas es solo un argumento para que la iglesia reemplace a los líderes malos o infieles (tales como Judas), con líderes buenos y fieles (tales como Matías).
Esta argumentación protestante presenta serios problemas:
a) No tiene como refutar que Matías efectivamente sucedió a Judas y eso es una muestra clara de la certeza de los Apóstoles de reemplazar un escogido.
b) El argumento que presenta para la Sucesión es la mala conducta de Judas, sin aclarar que también se da su muerte. Pero lo cierto es que el reemplazo se da por el lugar que dejaba Judas y eso fue al morir.
c) En ninguna parte se ve un mandato expreso de reemplazar malos con buenos de forma genérica.
¿Qué es entonces esa potestad que tenían los Apóstoles de transmitir lo recibido por Cristo? Incluso entre ellos mismos (Tomás) u otro elegido fuera (Matías)?
Podemos ir al Catecismo y leer lo siguiente:
860 En el encargo dado a los Apóstoles hay un aspecto intransmisible: ser los testigos elegidos de la Resurrección del Señor y los fundamentos de la Iglesia. Pero hay también un aspecto permanente de su misión. Cristo les ha prometido permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos (cf.Mt28, 20). «Esta misión divina confiada por Cristo a los Apóstoles tiene que durar hasta el fin del mundo, pues el Evangelio que tienen que transmitir es el principio de toda la vida de la Iglesia. Por eso los Apóstoles se preocuparon de instituir […] sucesores» (LG20).
Como vemos, la misión confiada por Cristo no podía simplemente terminar con la muerte del último apóstol; ellos oyeron de boca de Jesús una promesa que nunca ha sido rota: estar con ellos todos los días hasta el fin del mundo. Además que él mismo los envió: Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».
Así que los Apóstoles, al buscar sucesores no solo les encomiendan una orden o mandato sino que les confieren el mandato recibido de Cristo, como si fuera Cristo mismo instituyendo a sus sucesores: El que los escucha a ustedes,me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió».(Lc 10, 16)
Bien dice Benedicto XVI:
Del mismo modo que al inicio de la condición de apóstol hay una llamada y un envío del Resucitado, así también la sucesiva llamada y envío de otros se realizará, con la fuerza del Espíritu, por obra de quienes ya han sido constituidos en el ministerio apostólico. Este es el camino por el que continuará ese ministerio, que luego, desde la segunda generación, se llamará ministerio episcopal, «episcopé».
Pero es importante recalcar que la función que los Apóstoles delegan en sus sucesores por virtud de la misión recibida de Cristo es el sacerdocio. Ese sacerdocio que brota de Cristo mismo, y por el cual ellos podrán ejercer el servicio a Dios de manera auténtica.
Primeros colaboradores
A medida que la Iglesia iba creciendo, se hizo necesario que los Apóstoles tuvieran ayuda idónea en las diferentes actividades a cargo. Lo primero lo vemos con la elección de los 7 diáconos (Hch 6, 1-7).
Así mismo, vemos a San Pablo, a quien Dios elige directamente para el ministerio apostólico; quien aun habiendo recibido una revelación de Cristo va y se entrevista con los Apóstoles. San Pablo no se cree más ni más importante, reconoce la autoridad de los Doce, quienes forman un Colegio Apostólico, con Pedro como cabeza visible. En esto tenemos que aclarar que no se habla de supremacía sino de servicio y responsabilidad.
El Catecismo nos enseña:
862 «Así como permanece el ministerio confiado personalmente por el Señor a Pedro, ministerio que debía ser transmitido a sus sucesores, de la misma manera permanece el ministerio de los Apóstoles de apacentar la Iglesia, que debe ser ejercido perennemente por el orden sagrado de los obispos». Por eso, la Iglesia enseña que «por institución divina los obispos han sucedido a los apóstoles como pastores de la Iglesia. El que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió» (LG20).
En varias partes del Nuevo Testamento empezamos a observar casos de Sucesión Apostólica por medio de la institución de presbíteros:
El mismo San Pablo en su conversión:
Cuando llegó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él fuera un verdadero discípulo.
Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús.
Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente en el nombre del Señor. (Hch 9, 26-28)
Bernabé al ver el rechazo sobre San Pablo, lo toma y lo presenta a los Apóstoles, seguramente para validar lo que contaría Pablo, y ellos discerniendo con la autoridad que tenían sabrían si era auténtica. Es hermoso ver que después de ese encuentro con los Apóstoles, San Pablo predicaba decididamente.
Luego vemos textos donde San Pablo instituye “presbíteros” en las ciudades donde iba, lo que indica la clara conciencia de la Misión recibida y conferida.
En cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído. (Hch 14, 23)
En los inicios, el uso del término “presbítero” u “obispo” se usaban de manera intercambiable; al respecto leemos a José Antonio Sayés[3]:
Se trata de una terminología que, en principio no estaba definida. A estos colaboradores, comenta Collantes, se les denomina unas veces “obispos”, otras “presbíteros”, otras “presidentes”.
Otro texto donde vemos el uso de “obispos” es:
Pablo y Timoteo, servidores de Cristo Jesús, saludan a todos los santos en Cristo Jesús, que se encuentran en Filipos, así como también a los que presiden la comunidad (episcopos) y a los diáconos. (Fil 1, 1)
Todo esto que se observa en los pasajes del NT, corresponde a momentos donde aun viven los Apóstoles, por eso no hay clara definición todavía de la función propia de cada uno de los cargos; de todos modos no se puede de forma arbitraria pensar que esto indica que la doctrina al respecto no estuviera desde sus inicios, sino que el mismo desarrollo de la Iglesia daría las pautas de cómo organizarla.
Los casos de Tito y Timoteo, ya son una clara muestra del desarrollo de la Sucesión Apostólica en virtud del ministerio sacerdotal. Nuevamente aclaramos que la potestad conferida ocurre por el ministerio sacerdotal recibido por los Apóstoles y conferido a quienes escogían, de modo que podemos ver una primera etapa donde los Apóstoles escogen y luego donde los escogidos son los que escogen la siguiente generación.
Una cita muy diciente sobre esta conciencia la tenemos en la siguiente:
Tú, pues, hijo mío, mantente fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros.” (2 Tim 2,1-2)
Uno podría pensar que aquí San Pablo está dando instrucciones sobre la evangelización solamente, y que no hay que pensar que la instrucción de transmisión de una generación a otra tenga algo que ver con la Sucesión. Un análisis de otro texto con los mismos personajes nos mostrará que la instrucción de San Pablo a Timoteo se basa precisamente en la potestad que ha recibido Timoteo cuando fue ordenado por los presbíteros. Esto no es que cualquier aparecido abre una Iglesia, acá está claro cómo es que recibían la potestad ministerial:
No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros.” (1 Tim 4,14)
Se ve claro como Timoteo ha recibido un “carisma” por imposición de manos de parte del Colegio de Presbíteros. Esta es la potestad que recibe Timoteo, y esos presbíteros a su vez la han recibido de otros que lo fueron directamente de los Apóstoles. Cuando se requiere negar esto o esconderlo, salen frases erradas como la siguiente:
La adhesión a la enseñanza bíblica, no la sucesión apostólica, es el factor determinante para la veracidad de una iglesia. Lo que se menciona en la Escritura es la idea de que la Palabra de Dios está para ser la guía que siga la iglesia. (Hechos 20:32). Son las Escrituras las que deben ser la infalible regla para medir la enseñanza y la práctica. (2 Timoteo 3:16-17). Son las Escrituras con quien se debe comparar toda enseñanza (Hechos 17:10-11)
Resulta que esta afirmación busca desvirtuar la Sucesión Apostólica, y lo peor es que lo hace en una época donde precisamente no había Escritura del NT definida de forma absoluta. Es absurdo apelar a la Escritura como regla que anula la Sucesión, cuando precisamente es la Iglesia la que discierne la canonicidad de los libros.
Sólo mirar cuantas herejías fueron surgiendo en quienes por creer tener la autoridad interpretaban la Escritura de manera diferente a la enseñanza oral transmitida por los Apóstoles a sus sucesores.
Con el caso de Tito sucede lo mismo, San Pablo le escribe:
El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.” (Tit 1,5)
Vemos que Tito va a terminar lo empezado por Pablo, lo que indica que la potestad ministerial en ambos viene de la misma fuente. Así mismo, lo manda a establecer presbíteros, lo que muestra como la Sucesión se va dando en tres generaciones claras: Pablo, Timoteo y los presbíteros.
¿De qué forma los va a establecer Tito? Como lo hicieron con Timoteo, con la imposición de manos del Colegio Apostólico.
De este modo, vemos claro como solo por La imposición de manos de presbíteros por ordenanza, es que se establecen los presbíteros.
Triple oficio: Obispo, Presbítero y Diácono
Incluso, en la carta a Timoteo, ya se empieza a vislumbrar una clara definición jerárquica de la Iglesia: obispo, presbítero y diáconos.
Por ejemplo en los siguientes textos:
Si alguno aspira al cargo de epíscopo, desea una noble función. Es, pues, necesario que el epíscopo sea irreprensible, casado una sola vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar, ni bebedor ni violento, sino moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, gobierne bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad; pues si alguno no es capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios? Que no sea neófito, no sea que, llevado por la soberbia, caiga en la misma condenación del Diablo. Es necesario también que tenga buena fama entre los de fuera, para que no caiga en descrédito y en las redes del Diablo. También los diáconos deben ser dignos, sin doblez, no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; que guarden el Misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se les someterá a prueba y después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos.” (1 Tim 3,1-10)
El Epíscopo designa al Obispo. Al respecto Benedicto XVI enseña lo siguiente:
Tal vez sea útil explicar brevemente lo que quiere decir obispo. Es la palabra que usamos para traducir la palabra griega «epíscopos». Esta palabra indica a una persona que contempla desde lo alto, que mira con el corazón. Así, san Pedro mismo, en su primera carta, llama al Señor Jesús «pastor y obispo —guardián— de vuestras almas» (1 P 2, 25). Y según este modelo del Señor, que es el primer obispo, guardián y pastor de las almas, los sucesores de los Apóstoles se llamaron luego obispos, “epíscopoi”. Se les encomendó la función del “episcopé”.[4]
De este modo vamos entendiendo que los Obispos serán los vigilantes de cada comunidad. De igual modo, los presbíteros también son un cargo bien identificado y definido, y que poco a poco va tomando distancia del cargo de obispo.
Los presbíteros que ejercen su cargo debidamente merecen un doble reconocimiento, sobre todo, los que dedican todo su esfuerzo a la predicación y a la enseñanza.
Porque dice la Escritura: No pondrás bozal al buey que trilla, y también: El obrero tiene derecho a su salario.
No admitas acusaciones contra un presbítero, a menos que estén avaladas por dos o tres testigos. (1 Tim 5, 17-19)
Y los diáconos también constituyen un ministerio propio e independiente:
De la misma manera, los diáconos deben ser hombres respetables, de una sola palabra, moderados en el uso del vino y enemigos de ganancias deshonestas. Que conserven el misterio de la fe con una conciencia pura. (1 Tim 3, 8-9)
La Iglesia Católica mantiene la jerarquía que nos muestra la Biblia, como un fiel reflejo de que fue la enseñanza siempre en la Iglesia Primitiva.
Los Padres de la Iglesia
Con el transcurso de los años, y acercándose la muerte de los Apóstoles vamos viendo como la Sucesión Apostólica empieza a aparecer con mayor fuerza en la Tradición Apostólica. Vamos sólo a mencionar dos ejemplos, los más tempranos, para que el lector pueda establecer esta conexión con la Iglesia actual.
La carta de Clemente Romano (año 97 D.C)
La Carta de Clemente Romano, tercer sucesor de San Pedro es una muestra clara y directa de la realidad de la Sucesión Apostólica en el primer siglo. En su carta leemos lo siguiente:
Los apóstoles recibieron el Evangelio para nosotros del Señor Jesucristo; Jesucristo fue enviado por Dios. Así pues, Cristo viene de Dios, y los apóstoles de Cristo. Por tanto, los dos vienen de la voluntad de Dios en el orden designado. Habiendo recibido el encargo, pues, y habiéndo sido asegurados por medio de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y confirmados en la palabra de Dios con plena seguridad por el Espíritu Santo, salieron a proclamar las buenas nuevas de que había llegado el reino de Dios. Y así, predicando por campos y ciudades, por todas partes, designaron a las primicias (de sus labores), una vez hubieron sido probados por el Espíritu, para que fueran obispos y diáconos de los que creyeran. Y esto no lo hicieron en una forma nueva; porque verdaderamente se había escrito respecto a los obispos y diáconos desde tiempos muy antiguos; porque así dice la escritura en cierto lugar: Y nombraré a tusobispos en justicia y a tus diáconos en fe. (42)[5]
Nunca veremos a los que atacan la Sucesión Apostólica, citar este tipo de escritos que muestran claramente antes de finalizar el siglo, la elección de los cargos se hiciera de manera novedosa sino que estaba prefigurado. Pero lo realmente impactante de la carta está en lo siguiente:
Y nuestros apóstoles sabían por nuestro Señor Jesucristo que habría contiendas sobre el nombramiento del cargo de obispo. Por cuya causa, habiendo recibido conocimiento completo de antemano, designaron a las personas mencionadas, y después proveyeron a continuación que si éstas durmieran, otros hombres aprobados les sucedieran en su servicio. A estos hombres, pues, que fueron nombrados por ellos, o después por otros de reputación, con el consentimiento de toda la Iglesia, y que han ministrado intachablemente el rebaño de Cristo, en humildad de corazón, pacíficamente y con toda modestia, y durante mucho tiempo han tenido buena fama ante todos, a estos hombres nosotros consideramos que habéis injustamente privado de su ministerio. (44)
Creo que el lector no tendrá dudas que la Sucesión Apostólica fue enseñada por los Apóstoles, y si bien este documento no hace parte de la Escritura, refleja muy bien la situación de la Iglesia a finales del siglo I. Así que la Sucesión Apostólica se daba al morir un Obispo; ¿si nota la diferencia contra el ataque protestante?
San Ignacio de Antioquía
San Ignacio en sus cartas, hacia el año 107 D.C nos mostrará como en cada comunidad ya había un Obispo único como cabeza visible: En Efeso aparece Onésimo (Ef 1, 3), en Magnesia se encuentra Dama (Mag 2, 1), en Tralli, Dolibio (Trall 1, 1), en Esmirna, Policarpo (Esmir 12, 1) y sostiene que hay Obispos constituidos hasta los últimos confines de la Tierra (ef 3, 1)[6]
En toda comunidad debajo del Obispo se encontrarán los presbíteros y diáconos[7] De esta manera nos queda claro como la Sucesión Apostólica y la Jerarquía de la Iglesia se encuentra en los mismos inicios del Cristianismo.
De este modo hemos expuesto este tema que esperamos sea de mucha bendición para todos.
Anwar Tapias Lakatt
[1] Benedicto XVIAudiencia General de Mayo 10 de 2006: La Sucesión Apostólica
[2] http://www.gotquestions.org/espanol/sucesion-apostolica.html
[3] SAYES, José Antonio. La Iglesia de Cristo. Página 145.
[4] Audiencia General, Miércoles 10 de mayo de 2006: La Sucesión Apostólica
[5] http://www.mercaba.org/TESORO/clemente_de_roma.htm
[6] [6] SAYES, José Antonio. La Iglesia de Cristo. Página 152.
[7] Ludwig Ott. Manual de Teología Dogmática. Editorial Herder Barcelona, 1986, pp. 422-424, tomado de http://www.apologeticacatolica.org/Iglesia/LaIglesia08.htm