«Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. 8.Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; 9.sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.»
10.Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. 11.Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.» 12.Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; 13.expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.»(Mc 6, 7-13)
Después del rechazo evidenciado en Nazareth por parte del pueblo, Jesús, lejos de renunciar, de frustrarse, lo que hace ahora es llamar a sus discípulos para enviarlos. Mira la forma en que Jesús responde a ese rechazo, con mayor fuerza e impulso. ¿Cómo respondes tú? Te vas de la parroquia? Te sales del grupo? El Señor en cambio, con mayor razón, envía a sus discípulos a cumplir la misión.
Hay 3 palabras claves que te quiero compartir:
Comunidad. Jesús no nos enseña el camino del individualismo, Jesús nos enseña el camino comunitario. La santidad no se puede vivir encerrado en uno mismo, tiene que empujar al amor al otro. Jesús los envía de dos en dos. Porque así puedo:
– Aprender del otro y enseñarle
– Ayudar al otro y ser ayudado
– Dar ejemplo a quienes nos escuchan
Queremos una Iglesia unida, comunitaria, siendo signo real de ser el Cuerpo de Cristo. Pregúntate quién más cabe en tu forma de servicio.
¿Cuál es la Iglesia que Jesús quiere? No es una Iglesia encerrada en la comodidad, que no arriesga para perder privilegios, que sabe colocarse del lado de la verdad y el bien Supremo: Dios.
Identidad. Jesús los envió para algo claro: salvar almas. Esa es la misión esencial de todo servicio. Si tu servicio no busca eso, entonces no es un llamado de Dios ni lo haces para él. ¿Cuál es la identidad de tu llamado?
No queremos una Iglesia que olvide a qué la llamó el Señor. No es una iglesia queriendo copiar los modelos del mundo, no es la Iglesia que busca decir lo que el mundo quiere, no es la que se deja presionar por los intereses de unos cuantos. Es la que se desgasta llevando la Palabra, es la da la gracia santificante, es la que defiende la vida y la familia. La que denuncia la injusticia, la que vela por el pobre, la que defiende la verdad y la que es luz.
Autoridad. Jesús no dejó una Iglesia temerosa llena de cobardes. Pecadores somos todos pero con la fuerza del Espíritu, sostenidos para vencer. El enemigo no tiene autoridad aunque se aproveche de los débiles y traidores. Las fuerzas del mal se ciñen sobre nosotros, pero hay una promesa de victoria en la cual hoy debemos proclamar.
Tu servicio debes darlo con autoridad, la autoridad que viene de la gracia y la comunión con el Señor. La autoridad con que el Señor respalda a su Iglesia para expulsar al mal en todas sus formas. Hoy luchemos para que así sea. Que no seamos cómplices nunca de quienes solapan al mal, de quienes ensucian el nombre del Señor, escondidos detrás de un cargo o una investidura. La fuerza del amor es la que nos recuerda que la autoridad del Señor se muestra primero en dar la vida por el, y someternos a su majestad.