Los medios de comunicación son un arma poderosa para mover la opinión y el sentido de una persona, por esto es importante aclarar algunas noticias e ideas que publican sobre todo cuando se tratan de temas espirituales, y más si son de la Iglesia Católica.
Hace poco venía en un taxi con una señora que decía que el infierno no existía, y lo hacía con aquella seguridad de alguien que ha investigado las fuentes, que sería ella capaz de morir en su verdad. Y no es la única, hay muchos que repiten esto basándose simplemente en la forma en que los medios interpretaban las palabras de Juan Pablo II. Para colmo de males, ahora algunos y hasta los mismos, salen al ruedo diciendo que Benedicto XVI «contradice» y «desmiente» a su antecesor.
Creo importante poder dar claridad a esta noticia que podría confundir a algún católico incauto.
El infierno es dogma de fe
Lo primero a aclarar es que el infierno es dogma de fe. Así que nadie puede estar negándolo o cambiándolo de buenas a primeras.
Fue definido en el Cuarto Concilio de Letrán:
El Cuarto concilio de Letrán, celebrado en el año 1215, emitió una profesión de fe contra la herejía albingense en estos términos: «… para recibir según sus obras, ora fueren malas, ora buenas; aquellos, con el diablo, castigo eterno, y éstos, con Cristo, gloria sempiterna» (Dz 428). Esta declaración la hizo el concilio en contra de una doctrina que no admitía otro estado de purificación que el de la encarnación, y al respecto decían sus seguidores que las almas de los pecadores sufrirían tantas encarnaciones como fueran necesarias para librarse de sus culpas.
Un siglo después, en el año 1336, la constitución dogmática Benedictus Deus del Papa Benedicto XII luego de exponer en detalle lo concerniente a la visión de Dios, dijo: «las almas de los que salen del mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después de su muerte bajan al infierno donde son atormentadas con penas infernales, y no obstante, en el día del Juicio todos los hombres comparecerán con sus cuerpos ante el tribunal de Cristo, para dar cuenta de sus propios actos…» (Dz 531). Tomando en cuenta que en un contexto anterior se había definido la vida eterna como visión inmediata de Dios, es lícito suponer que las «penas infernales» a que se refiere esta constitución consisten fundamentalmente en el completo y definitivo distanciamiento de Dios. http://www.mercaba.org/Cristologia/01/parte_4_capitulo_09.htm
El Catecismo de la Iglesia Católica ahonda un poco más y expresa:
1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, «el fuego eterno» (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.
El Catecismo es claro en mostrar que se sufre las penas del infierno. ¿Quién las sufre? el alma condenada.
¿Qué dijo Juan Pablo II?
Cuando leemos las palabras de Juan Pablo II en su audiencia del 28 de junio de 1999:
Las imágenes con las que la sagrada Escritura nos presenta el infierno deben interpretarse correctamente. Expresan la completa frustración y vaciedad de una vida sin Dios. El infierno, más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría. Así resume los datos de la fe sobre este tema el Catecismo de la Iglesia católica: «Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno» (n. 1033). Ver documento
Es necesario analizar las palabras del Santo Padre para no llegar a errores de interpretación posterior.
- Juan Pablo II no niega la realidad del infierno. Al contrario, es claro en decir que SI existe una realidad para quien decidió libremente rechazar la misericordia de Dios y llevar una vida vacía y frustrada. Pero esa realidad debe ser vivida en algún lado, no se puede creer que un estado se da en ningún lado.
- Juan Pablo II quiere ilustrar y remarcar que la «palabra» infierno no se puede quedar en nuestra vida como un simple «lugar» de paso y erradica el simple sentido cosmológico de querer saber donde queda, más de querer saber por qué se llega a vivir. Debe en nuestro interior despertarnos a entender que es una REALIDAD ETERNA a la que podríamos llegar.
Creo que la imagen más clara de infierno es: Eternidad sin Dios.
Finalmente Juan Pablo II reitera la existencia del infierno cuando dice:
La condenación sigue siendo una posibilidad real, pero no nos es dado conocer, sin especial revelación divina, si los seres humanos, y cuáles, han quedado implicados efectivamente en ella. El pensamiento del infierno —y mucho menos la utilización impropia de las imágenes bíblicas— no debe crear psicosis o angustia
Vemos en estas palabras un sentido claro: No podemos estar viendo infierno en todo, ni que porque el infierno sea una posibilidad real debemos perder la felicidad de contar con un Dios que nos llama a la misericordia y al premio de estar en su presencia eterna si cumplimos so voluntad.
Pero representa una exhortación necesaria y saludable a la libertad, dentro del anuncio de que Jesús resucitado ha vencido a Satanás, dándonos el Espíritu de Dios, que nos hace invocar «Abba, Padre» (Rm 8, 15; Ga 4, 6).
El infierno es una realidad que el hombre decide evitar o aceptar, haciendo uso de la libertad que Dios le entrega y movido por la gracia. Pero que ese estado se sufre en un lugar no es algo que se pueda rechazar apelando a Juan Pablo II.
¿Qué dijo Benedicto XVI?
Benedicto XVI en su reunión con los sacerdotes el 07 de febrero del 2008 respondió algunas inquietudes, y enmarcó sus respuestas en el tema del Juicio Final, sobre la necesidad de ser responsable con las cosas terrenas y con las espirituales. Expresa:
Dios crea justicia. Debemos tenerlo presente. Por eso me pareció importante escribir en la encíclica también sobre el purgatorio, que para mí es una verdad tan obvia, tan evidente y también tan necesaria y consoladora, que no puede faltar.
He intentado decir: quizás no sean tantos los que se han destruido de este modo y que son insanables para siempre, quienes no tienen más algún elemento sobre el que pueda apoyarse el amor de Dios, ya que no tienen más en sí mismos un mínimo de capacidad para amar. Esto sería el infierno.
…cuando no se conoce la posibilidad del infierno, del fracaso radical y definitivo de la vida, no se conoce la posibilidad y la necesidad de la purificación. Entonces el hombre no trabaja bien para la tierra, porque en definitiva pierde los criterios, no se conoce más a sí mismo al no conocer a Dios, y destruye la tierra. Ver documento
El Santo Padre ha reconocido que el infierno es una posibilidad «real. ¿Dijo algo diferente Juan Pablo II? por supuesto que no.
Benedicto también ha expresado que una vida de fracaso lleva al infierno, una vida sin amor. El que haya expresado que debemos hablar más de ello no significa que antes no se creyera o que se desmienta a Juan Pablo II. Es más bien una exhortación a que no olvidemos nuestra eternidad.
De este modo, el infierno es un lugar en donde se vive un estado de condenación. No es un lugar físico pero se sufre y de algún modo misterioso el fuego hace sufrir a las almas.
La Iglesia Católica jamás cambiará su doctrina sencillamente porque viene revelada por Dios.